martes, 26 de enero de 2016

¿A quién le creo?



Es mucho lo que se ha dicho y se ha escrito del poder de la palabra. Desde el enunciado a viva voz de Dios dando las órdenes para la creación del universo hasta que la palabra (el verbo) se hizo carne y habitó ente nosotros. Para mí la máxima representación de poder es Dios, no hay nada ni nadie por encima de Dios. Y cuando leo la palabra se desborda de poder. Sin lugar a dudas.

Unos dicen: “Las palabras se las lleva el viento”, otros dicen: “la palabra tiene poder”. Si me pones a escoger entre estas dos aseveraciones las escojo a las dos, por una sencilla razón, cada una funciona en su contexto. Si por ejemplo estás en medio de una negociación importante, en donde haya cosas en juego, la primera afirmación cabe a la perfección. Nada mejor que algo escrito para cerrar tratos y contratos.

Pero si estás en el proceso de crianza de tus hijos, o en medio de un torbellino de tu relación de pareja, más te vale que pienses en la segunda afirmación, pues lo que digas podrá escribir una historia diferente en el futuro de esas relaciones.

A mi parece que la palabra del hombre, la tuya y la mía, ha perdido poder por varias razones. Primero por la falta de compromiso en el cumplimiento de la misma. Segundo por la carencia de seguimiento a su cumplimiento. Tercero, por la falta de veracidad y fidelidad a la misma, ya nos es muy fácil decir lo que se nos venga en gana sin importar si es verdad o mentira, como decía Niccolo Machiavelli en su famosa obra El Príncipe: “El fin justifica los medios”. Estarás de acuerdo conmigo que en muchas ocasiones decimos cosas que en verdad no creemos o ni siquiera pensamos, solo las decimos como para llenar el vacío. Lo que se nos escapa en momentos como esos es que perdemos la oportunidad de hacer la magia que Dios nos dio desde el mismo momento del nacimiento, que es el de decretar con la palabra y hacer que las cosas sucedan o se concreten en lo que llamamos la realidad.

Si nos mantenemos fieles a nuestra palabra, en concordancia con los lineamientos básicos a la palabra de Dios, no hay manera que no convirtamos esas ideas en verdades y realidades a nuestro alrededor, dejando atónitos a conocidos y extraños, mas allá, aun a nosotros mismos, comprendiendo que ese poder no viene realmente de nosotros, sino más bien de quien nos creó con su poder.

Ya sea verbal o escrita la palabra debe permanecer fiel y verdadera para que esté cargada de poder. No es una cosa que va a ocurrir de un día a otro, pero con perseverancia, paciencia y constancia podemos llegar a desarrollar unas de las fuerzas y poderes más granes concedidos a la humanidad: El poder de hablar y decretar.

Así que, de ahora en adelante, piensa bien lo que vas a decir o escribir, medítalo, consúltalo con tu alma, pregúntate si todo eso es verdad, es bueno y bondadoso, y sobre todo si realmente es necesario para los demás y nosotros. Si después de hacer todo eso todavía sientes la necesidad de comunicarlo o decretarlo, hazlo con todas tus fuerzas, desde tu corazón y tu alma con la plena seguridad que Dios mismo, el universo, lo está escuchando y algo sucederá en ese respecto.

lunes, 25 de enero de 2016

Kilovatios benditos



La tarde estaba más nublada que de costumbre. No era rara la lluvia en el invierno de Santiago, pero este día era algo especial. No había parado de llover desde la noche anterior, y ya se hacía sentir la acumulación del agua por todas las calles principales de la ciudad.

Una vuelta por San Pablo en su lado norte, hizo que Roberto se salvara de la inundación mayor, localizada a unos escasos metros de distancia, entre la calle que utilizó para acortar camino y la avenida que sumergía a todos los automóviles transeúntes.

En medio de sus peripecias automovilísticas para librarse de los caminos inundados, sonó el celular de Roberto.

- ¿Aló, Judith? dime. - Respondió Roberto al saber por el nombre de la pantalla de la llamada entrante. -
- Hola mi amor, ¿En dónde te agarró la tranca de estas lluvias? – Le cuestionó Judith al otro lado de la línea.
- Alcancé a cruzar San Pablo, pero ando enredado tratando de decidir cuál ruta tomar para llegar a casa.
- ¡Que problema!, cuanto siento que hayas tenido que salir con este vendaval. Mira Roberto, aunque me imagino que estás complicado por lo de las lluvias, ¿Será que me puedes conseguir un poco de agua bendita antes de que te vengas para la casa? – Inquirió Judith con voz de niña consentida, para lograr su cometido.

Roberto trabajaba para una firma internacional con sede en Austin, Texas. Su jefe se encargaba de asegurarle que estaría montado en avión por los próximos doce meses. Su trabajo en la oficina era escaso, pues su experticia era en la calle, determinando la información que necesitaban las grandes multinacionales para asegurar el buen manejo del dinero por los cuerpos de cada directiva.

En esta oportunidad le había tocado viajar a Santiago de Chile, a determinar un presunto fraude en una de las empresas más importantes de comunicación del continente. Para economizarse la estadía, había decidido hacer uso de sus amistades locales y eligió quedarse, en esta oportunidad, en casa de Judith, una vieja amiga de la infancia.

Judith era madre soltera de dos hijos, ya entrados en sus años de adolescencia, pero a pesar de tener hijos grandes, ella continuaba teniendo ese aire juvenil que logra hacer voltear a cualquiera por las calles de la ciudad.

Exitosa y emprendedora, Judith se dedicaba a comercializar productos de la cesta básica a nivel nacional, y ya le daba para vivir en unas de las mejores zonas de la ciudad y tener a sus hijos en las mejores escuelas privadas.

Como mujer latinoamericana promedio, sus raíces y cultura la convertían en una católica seudo-devota, queriendo decir que sólo bajo extrema necesidad era cuando acudía a buscar ayuda en el plano espiritual.

En esta oportunidad se trataba de su pequeño perro Micah, un terrier de pelos agrisados brillantes. Se había enfermado hace unos días y su condición empeoraba. El veterinario no daba con la solución definitiva para sanarlo. Micah ya era uno más de la familia, hasta su propia habitación y cama tenía. Por esta razón fue que Judith tomó la decisión de acudir a sus recuerdos de la niñez, de donde sacó una posible solución para la sanación definitiva de su perro. Bañarlo con agua bendita.

Fue entonces, muy a pesar de las circunstancias de ese día lluvioso, cuando Judith determinó marcarle a su inquilino de paso y pedirle que le trajese una botellita de ese líquido milagroso, que de seguro solventaría todas las dolencias de su amado canino.

Con lo que no contaba Judith era con el agnosticismo de su amigo Roberto, quien al escuchar con asombro aquella solicitud, pensó en lo ridículo de la situación y en su negativa a exponer su tiempo y vehículo prestado a la furia de la naturaleza galopante.

Tras pensar en un rato en iglesias próximas a su ubicación geográfica, decidió bajarse en el establecimiento comercial más cercano, alejado de toda agua empozada.

Buscó minuciosamente el contenedor de agua lo más mineral posible y la compró. Sentado frente al volante del auto que conducía, pensó en las diferentes alternativas que tenía para ese momento tan cochambroso.

Como desconocía por completo los rituales y formalidades de la supuesta bendición del líquido preciado, tuvo que recurrir a un viejo amigo obispo de la ciudad para que le ayudase con esos menesteres.

- Mi entrañable Obispo Jacinto, ¿Cómo le va? – Preguntó con jocosidad Roberto al escuchar el saludo al otro lado del auricular.
- De seguro que hoy resuenan las campanas de la catedral al hacerse el milagro de tu aparición. – Comentó el Obispo al otro lado, sin dejar de sonreírse al saber quién le hablaba.
- Oye Jacinto, te llamo porque tengo una diatriba muy interesante y no sé cómo resolverla.
- A ver hijo mío, cuéntame tus penas y pecados.
- Bien sabes que yo no ando con esas mariconadas, lo que me pasa es que…y le narró toda la historia acerca de la solicitud de su amiga Judith.
- Ya entiendo lo que te pasa, pero las normas de la iglesia exigen que debe haber presencia corporal para que haya una verdadera bendición, así que si no vienes hasta acá con el agua me temo que no podré ayudarte en tu situación.
- He ahí el detalle mi querido Jacinto, con este chaparrón en acción no pienso desviarme de mi destino, así que te pido que lo hagas por el teléfono
A lo que Jacinto le respondió: - ¡Tú y tus vainas Roberto! No puedo hacerlo porque no llega la bendición por esta vía, eso no funciona de esa manera.
- ¡Aja Jacinto! pero eso puede funcionar como una radio, me imagino. Cuántos kilovatios de potencia necesitas tú para mandarme la bendición por teléfono para que le llegue a mi agua.
- Al otro lado de la línea Jacinto reía a carcajadas por las ocurrencias de Roberto.
- Bueno mi cura, ya veo que no me vas a poder ayudar en esta, así que ya veré cómo le hago para llevársela bendita. Cortó la comunicación sin despedirse.

Al otro lado del auricular, el padre Jacinto aun sonreía y con su mano derecha hacia la señal de la cruz bendiciendo a su interlocutor, a sabiendas que su alma ya estaba perdida desde hace mucho tiempo y oraba por el milagro de su pronta conversión a la fe.

Mientras Roberto conducía de vuelta a su destino final de ese húmedo día, pensó sobre la potencia de las bendiciones a distancias, tratando de estimar la del Papa de turno, y terminó por decidir tomar la solución en sus propias manos.

Ya estacionado en el garaje de la casa de Judith, muy formalmente tomó con su mano izquierda el envase plástico con agua mineral, y con la derecha hacia la señal de la cruz en dirección de la botella mientras pronunciaba solemnemente: “En nombre del Dios universal yo te declaro bendita”, la abrió, tomó un sorbo en forma de aprobación al nuevo sabor bendecido, y la volvió a cerrar.

Una vez frente a Judith, luego del saludo de rigor, le entregó el envase con el contenido bendito por las santas manos del emisario en cuestión, y Judith, acostumbrada a comprar el agua en las iglesias y conociendo los recipientes respectivos, le preguntó:
-           ¿Qué es esto Roberto? - Inquirió Judith, consternada. -
-           Lo que me pediste, ¿Qué más va ser? Tu agua bendita,
-           Por favor Roberto, ¿Me vas a decir que esta vaina la compraste en una iglesia?
-           Te lo juro por lo más sagrado que esa agua está bendita.
-           No te lo creo.
-           Bueno, entonces vas a tener que aprender a confiar en mí.
-           Eso suena a tarea difícil de ejecutar, bien conoces tus antecedentes Roberto.

Se sonrió de manera pícara y se fue caminando pausadamente hasta su habitación.

Al día siguiente Judith lo recibió con un beso amoroso al desayuno, dejándole saber que el perro se había sanado por completo, y le pidió disculpas por su falta de fe en él.

martes, 12 de enero de 2016

A todos mis lectores y seguidores




Les doy las gracias por haber tenido el detalle de tomar un tiempo de su preciada agenda para leer lo que escribo. De corazón lo agradezco y lo valoro. Por respeto a su tiempo y dedicación les escribo el plan para este nuevo año que apenas comienza.

Hasta ahora he sido u arduo escritor de temas específicos que ayudan a crecer personal y espiritualmente. Me parece por la respuesta de todos los seguidores y lectores que logrado alcanzar mi meta de dar ese granito de arena.

Para este año me propongo seguir trayendo ese tipo de artículos y reflexiones, pero esta vez lo quiero combinar con lecciones en forma de historias cortas, cuentos y fábulas. Esto lo hago por varias razones. La primera es porque he aprendido que de esa manera se enseña mas rápido y profundamente, llegando los mensajes a la mente subconsciente y al corazón sin pasar por “go”.

Segundo, con ese tipo de narrativa se pueden dar reflexiones y lecciones de manera más interesante y divertida, dejando en el lector una sensación de experiencia vivida en un primer plano, ya que es la propia imaginación del lector la que le da vida a los personajes del escrito.

Luego, lo hago para afinar “mi pluma” como escritor, porque este año pretendo escribir varios cuentos y novelas y necesito ejercitar ese músculo. Espero con esto poder recibir comentarios, sugerencia y todo tipo de crítica de todos ustedes para ir mejorando y perfeccionando mi técnica, para poder traerles a todos cada vez mejores escritos y más enseñanzas.

En cuanto a la recurrencia de las entregas va a seguir variada debido a mis múltiples ocupaciones, pero me comprometo a compartir por lo menos tres semanales.

¡Saludos y éxitos para todos!