jueves, 25 de abril de 2019

Sobre los siete pecados capitales


Acerca de este tema lo primero que me causa gracia es que una cantidad nada desdeñable de la población católica piensa que son pecados provenientes de la biblia, y nada más alejado de la realidad.

Los famosos pecados capitales salen de las enseñanzas católicas en su catecismo, tomando forma doctrinal de Tomas de Aquino por allá en el siglo XI para ser después catapultados a la fama por el escritor Dante Alighieri en su obra la divina comedia en ese mismo siglo. Los pecados capitales son: la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza.

Recurro a ellos para reflexionar acerca del sobre peso, que no estoy muy seguro si me acontece, me sucede, lo llevo encima o simplemente es, pero lo cierto es que desde que gané unos cuantos (decenas) de kilos mis familiares y amistades se dieron a la tarea de recordármelo a diario y a menudo. Situación incomoda y fastidiosa que me llevó a la inquietud del por qué llama tanto la atención y hasta pareciese molestar a los interlocutores del sobrepeso de otra persona.

Creo que para varios de ellos quizás se trate de una repulsión a la clara evidencia de falta de autocontrol y de disciplina, entregado al pecado de la gula. Quizás para otro tanto sea solo cuestión de apariencia física y de estética. Y para unos pocos, contados con la mano de un manco, cuestiones de salud.

Esta misma reflexión se extendió inevitablemente hacia su opuesto. Si la persona no tiene sobrepeso, sino mas bien está en su peso ideal, y hasta mas allá de lo ideal, está deslumbrando a sus acompañantes con el porte atlético resultado de largas horas diarias en un gimnasio, entonces cabe la pregunta si eso puede considerarse que haya caído dentro del pecado de la lujuria, debido a que al final tanto narcisismo no puede llevar si no a eso.

Varias de las personas que no estén de acuerdo con esta línea de pensamiento muy probablemente caigan en el pecado de la ira y dejen comentarios que así lo demuestran, expresando no solo su carencia de concordancia, sino que también su desmedida soberbia al estar convencidos que su criterio abraza amorosamente a la verdad.

En el mismo orden de ideas, también puede llegar a ser interesante observar como un grupo de personas que quieren llegar a desarrollar su pecado de soberbia a través de la acumulación de bienes materiales lujosos, exentos de verdadera valía, se apurruñan de su avaricia para que venga el grupo contrincante, siempre al otro lado de su línea financiera, con la inevitable envidia de los logros de esos constructores de fantasías e ilusiones sin percatarse que nunca pertenecerán a ese otro grupo por sufrir del pecado de la pereza.

Luego de pensar y dar vueltas sobre una moneda en este tema, me parece plausible acudir a la resolución general acerca de la presencia oculta y visible de todos estos pecados en todos nosotros en nuestro diario vivir. No conozco a nadie que no haya padecido y esté padeciendo de uno y cada uno de estos pecados en sus diferentes matices, tamaños y colores. Y como casi todo en la vida, son dinámicos, quiere decir en constante movimiento, subiendo y bajando su intensidad a lo largo de la vida. Parafraseando a nuestro Señor: “No critiques la paja que tiene tu hermano en el ojo, primero ocúpate de la viga que tienes en el tuyo” y quizás también se le puede agregar: “con la vara que midas serás medido”.

Así que, amigos, a vivir la vida, disfrutarla y sacar lo mejor de si, sin mirar a los lados para poder tener más fuerzas para las batallas personales e individuales que peleamos a diario con cada uno de estos benditos pecados que no nos abandonan. Al final nos veremos triunfantes al lado de nuestro salvador.