jueves, 6 de junio de 2019

Los frutos



 Una de las formas en que he conseguido de discernir en la vida es a través del uso, a especie de filtro, del famoso pasaje del Nuevo Testamento en donde Jesús nos enseña unas de sus máximas de amor: “Por los frutos los conocerás “

Después de leer a escritores y pensadores famosos me deleita investigar sus vidas y trato de analizarlos psicológicamente y hasta espiritualmente.

Personajes tales como Freud, Nietszche o Jung tienen varias cosas en común. Para comenzar vivieron en tiempos similares y la misma cultura europea de la época. Los dos primeros confrontaban ferozmente la fe religiosa y se declaraban ateos empedernidos, mientras Karl deambulaba entre sus sombras espirituales.

Otra cosa interesante de sus vidas es que provenían de familias de fe, y por lo menos dos de ellos presentaban enfermedad mental severa. Se tiene creído que Frederich era bipolar y homosexual y Sigmund pudo haber sufrido de manías inducidas por sus comportamientos adictivos como a la cocaína y sexualmente mostraba una fuerte tendencia a la promiscuidad como posible trauma de un abuso sexual en la infancia (quizás hasta incesto incluido).

No es la finalidad de este análisis, en ninguna manera, criticar o juzgar sus condiciones ni sus preferencias sexuales, sino más bien observar detenidamente que estas personas que conocían y provenían de familias con formación religiosa, conocieron las diferencias básicas entre el bien y el mal, y era inevitable que se observaran a si mismo frente a ese espejo de moralidad y quedar en evidencia lo distanciado que estaban del mismo.

Es mucho más fácil y hasta deseable para el hombre negar la existencia de Dios que vivir subyugado a sabiendas de su prematura perdición.

No solo queremos y deseamos apartarnos de los designios de Dios, y ser rebeldes e irreverentes frente a su voluntad, sino que también nos queremos sentir bien haciéndolo.

Si lees las biografías de escritures de envergadura como Hemingway o el propio Goethe, y a pintores como Picasso o Dalí, todos ellos acariciaban las torturas del sufrimiento humano y acudían seriamente a disipadores de la razón como el alcohol y las drogas. El sexo era abierto y desinhibido por lo que carecían de toda moral para hablar en contra de temas congruentes (al igual que todos nosotros).

De este vuelo rasante por biografías de personajes de nuestra historia universal se puede destacar que hemos sido influenciados y hasta guiados por individuos tan perdidos como nosotros y varios de ellos hasta decidieron acabar a su manera con el calvario al que llamaban vida.

Por todo lo expuesto me parece prudente deducir que detrás de todo supuesto ateo o agnóstico hay una historia familiar de fe religiosa en dónde los principios de la misma fue quebrantado repetidas veces por sus predicadores y quizás una que otra experiencia de abusos y sinsabores que hacen pagar al precioso mensaje del Creador por sus corruptos mensajeros.

El sufrimiento y el dolor desarrollan el intelecto, y cuando el intelecto se desarrolla más allá de la norma se aísla o separa de las emociones y del sentimiento. El sentimiento del amor es el  compás  y la guía de la vida espiritual y religiosa honesta, y al no poderlo sentir ni percibirlo se puede construir una barrera en contra de la fe.

La fe nos pide que desarrollemos la inocencia del pensamiento para aceptar las cosas que no podemos comprender con nuestro limitado intelecto, mientras que este, por más pequeño y limitado que sea puede hacer crecer el ego y la soberbia.

Sin juicio ni critica, solo observa los frutos de las vidas de las personas que sigues, admiras o quieres y sabrás que tienen en verdad en su corazón. No por esto se van a desestimar sus talentos y obras magistrales, las cuales vistas desde el plano terrenal puedan ser dignas de elogio y admiración.

Me parece que los puntos importantes a realzar son la humanidad sin divinidad de los personajes de la historia que admiramos y de alguna forma seguimos, y que muchos de esos personajes se alejaron de Dios por las razones equivocadas. La próxima vez que te encuentras con una persona que diga que no cree, investiga un poco de su familia y de su pasado, de su relación interpersonal con sus procreadores y de las experiencias “religiosas” tanto en su infancia como en su familia y lo más probable sea que indagues por la verdadera razón de su falta de fe en Dios, nuestro Creador.

Así que prestémosle atención a nuestros propios frutos, nuestro verdadero legado, tanto terrenal como espiritual y podemos hacer lo propio con los demás.