jueves, 30 de enero de 2020

El fin de la angustia


Pienso que primero hay que recorrer la arquitectura de lo que conocemos por angustia. Cuando la preocupación crece y se sale de control pasa a ser un estado de angustia.

Todas las emociones secundarias como la preocupación, la angustia o la ansiedad están basadas en la emoción básica del miedo. El miedo se dispara por pensamientos contantes de amenazas. Estamos convencidos que algo o alguien amenaza nuestra integridad o la de un ser querido. Eso activa la respuesta neurológica de correr o atacar. El organismo se prepara para la acción y eso causa todo lo que se siente durante el miedo. Peor aún, en ocasiones, se puede pensar que la vida corre peligro.

El miedo se puede considerar como una emoción positiva solo si se conoce, reconoce y maneja debidamente. El miedo está instalado en el sistema nervioso como mecanismo de protección y supervivencia. Esta diseñado para salvar la vida en situaciones de peligro. Pero la mera verdad es que en la mayoría de los casos en las que se dispara el miedo, dicha amenaza no es real, solo está en los pensamientos (imaginación).

Mi recomendación personal para las personas que sufren de angustia constante, estresados con o sin razón, o los preocupados crónicos es que sigan los siguientes pasos:

1)      Reconoce qué o quién te está amenazando. Si la amenaza es real, entra en acción para remediarla (de estar a tu alcance). De lo contrario, busca ayuda para resolverlo.

2)      Entiende y acepta lo que estás sintiendo. Está bien sentir miedo, preocupación y/o angustia. Lo que no está bien es no hacer nada al respecto. El miedo crónico causa enfermedades crónicas. No es saludable.

3)      La respiración profunda, medida y controlada permite retomar control del cuerpo y sus reacciones viscerales. Al respirar profunda y rítmicamente, le proporcionas mayor oxigenación a la sangre, por ende, al cerebro. Te permite pensar y reaccionar con mayor claridad.

4)      Conviene entender la forma como funciona el cerebro al momento de sentir miedo. Dispara la amígdala cerebral, avisando que algo anda mal o es peligroso. Esto activa a su vez todos los demás mecanismos neurológicos para atender dicha situación. La mente comienza a generar posibles escenarios, con la fuerte tendencia de imaginar los peores (pensamientos catastróficos) con la finalidad de prepararte hasta para el peor de los escenarios.

5)      Una vez identificados esos pensamientos negativos repetitivos (hasta catastróficos), no luches contra ellos pues les puedes dar más fuerza y energía. Reconócelos y acéptalos. Luego ponle un nombre burlón a esa voz que te está hablando desde adentro, esa misma voz que te está tratando de asustar dramatizando los eventos. Por ser hispano y por pertenecer a la generación de las novelas, yo la llamo “Lupita Ferrer” (a buen entendedor, pocas palabras).

6)      De ahora en adelante, cada vez que esa voz intente alarmarte, la llamas por su nuevo nombre y le dices: “(Nombre que escogiste) ya te escuché, entiendo que me estás tratando de ayudar. Pero ya no hace falta que insistas. Elijo no escucharte y hacer lo que tengo que hacer para remediar esta situación” La idea es aprender a hablarle a esa voz hasta domarla.

7)      Si lo que te amenaza escapa de tu control, aprende a confiar. Pregúntate: ¿En quién y en qué puedes confiar? Si crees en Dios, ahí ya tienes la primera respuesta. Comienza a orar con fe, sin demoras. Luego puedes confiar en la vida, en el universo, en el ritmo de las cosas, en tu familia, tus amigos, en las fuerzas del orden, y no por estar de ultimo es menos importante, en ti.

8)      Si lo que te amenaza está dentro de tu control, crea un plan específico de acción. ¿Cuáles son esos pasos detallados que tienes que dar para poder solventar, arreglas o cambiar la situación? Busca información relacionada al tema, consulta con profesionales y expertos.

Espero que estos pasos colaboren a ponerle fin a la intensidad de la angustia, o por lo menos minimizar su efecto negativo en tu vida.

jueves, 23 de enero de 2020

Vocación


Dice el dicho: ”cada oveja con su pareja”, yo digo: “ cada persona con su vocación”. Aunque no rime como la primera, puede ser acertada la aseveración.

Creo que me comporto como un investigador de campo. Me gusta observar y anotar. La gran mayoría de las herramientas y deducciones que utilizo en mi clínica privada de psicología viene de esas observaciones, aunadas por supuesto a los estudios formales. Una de las tantas observaciones que he mantenido por décadas es la estrecha relación que guarda la elección de una persona de su carrera profesional y la historia de su vida.

Con historia de vida me refiero al conjunto de experiencias acumuladas por dicha persona a lo largo de los años, que sean importante o de envergadura. Me pongo como ejemplo: soy psicólogo de profesión no por casualidad. Es verdad que apenas salí de la escuela secundaria pretendí estudiar derecho, la cual dejé a mitad de carrera porque no me gustó. Luego estudie una licenciatura en ciencias gerenciales que me acercó al recurso humano de las corporaciones. A su vez eso me llevó al estudio formal de la psicología humana. 

Luego de tanto deambular, caí en cuenta que mi verdadera vocación siempre fue la psicología. Esto se debe a la serie de traumas que acumulé en la infancia y la adolescencia que me inclinaron a buscar las razones de mis conductas. Cuando entré en la universidad para obtener mi grado de maestría en piscología escribí que la razón que me movió para enfilarme por ese camino es que desde los doce años ya leía las obras completas de Freud, la cuales ya se encontraban en la biblioteca de la casa de mis padres debido a que mi madre es psiquiatra. Sin saberlo, ya estaba yo predestinado al estudio de la psicología.

De igual manera, la gran mayoría de todos nosotros tenemos una vocación. No elegimos la profesión por pura coincidencia. Es algo que nos mueve internamente. Podemos cometer errores de elección cuando comenzamos, pero ten la plena certeza que la vida y tu inconsciente siempre te llevarán a desarrollar tu verdadera vocación – solo si prestas atención y sigues las señales -. 

Así como un cardiólogo está marcado por sus propios problemas de “corazón”, también un actor está marcado a fingir quien no es, bien sea por lo doloroso que le resulta ser quien es, o por no saber encontrarse. Se puede decir que un sacerdote o un pastor buscan su redención, así como un arquitecto busca la armonía y el equilibrio en su vida. No importa que tan sencilla o compleja sea tu labor, dice a voces lo que estás tratando de arreglar en este plano de existencia.

La reflexión de esta oportunidad es q puedes prestarle especial atención a la carrera profesional real, la que sentimos como nuestra. Esa que cuando la ejecutamos nos sentimos como pez en el agua. Esfuerzo mínimo sumado a máximos resultados. Ayuda el comprender por qué la elegimos. Crea una sensación de motivación y hasta de propósito de vida. Y hasta quizás te ayude a componer eso que estás buscando.

miércoles, 15 de enero de 2020

Fracaso


Pienso que las palabras que escogemos manifiestan nuestra realidad. Esta idea la he compartido en repetidas ocasiones de diferentes maneras. Hoy quiero hacer hincapié en la sustitución de la palabra fracaso por desacierto.

Aunque suene muy simple y sin mayores repercusiones, fácilmente puede representar el cambio definitivo que necesitamos para el momento.

Si aplicamos esta idea en procesos de separación y/o divorcio, se puede ahorrar mucho dolor y sufrimiento a las personas involucradas. Me explico: Cuando percibimos algo como un fracaso, la mente suele generalizar y nos podemos sentir como fracasados. Lo que es prácticamente imposible, dado que, para ser fracasado tienes que fracasar tantas veces sean necesarias, por un tiempo indefinido, en todas las áreas de la vida para poder decir que “eres” una persona fracasada. En realidad, tal cosa no existe.

La palabra fracaso también connota un mal sabor, agrio, que queda atascado en la garganta y no nos permite saborear los matices deliciosos de la vida. Sin darnos cuenta lo hacemos igual con la palabra triunfo, sin embargo, no nos causa problema alguno. Tampoco somos cien por ciento triunfadores el cien por ciento de las veces. De la misma manera como celebramos y comprendemos la temporalidad del triunfo, hagamos lo propio con el fracaso. También es temporal y situacional.

Recuerdo de un taller que participé en donde explicaban que la gran diferencia entre la persona común y un gran vendedor es su respuesta al rechazo, y por ende al fracaso. Sabe que tiene que pasar por todo eso para llegar a su meta. Recordaban el caso de la insistencia obsesiva de Thomas Edison cuando hacia referencia a que no fracasó más de novecientas veces tratando de crear el bombillo, solo aprendió esa misma cantidad de veces a cómo no hacerlo. Enfoque positivo.

De la misma manera, las personas involucradas en procesos de separación y divorcio pueden desarrollar esa piel para comprender la necesidad de pasar por desaciertos hasta llegar al punto deseado o la meta de lo que se quiere.

Cuando te comienzas a decir que desatinaste o solo fue un desacierto, la palabra y su implicación es mucho más ligera. Entiendes, comprendes y aceptas que solo fallaste o no atinaste al centro de la diana a la cual apuntabas. Lo que implica que puedes intentarlo cuantas veces sean necesarias hasta lograr el cometido.

A parte que tienes permiso de fallar porque en ningún momento te preparaste o estudiaste para eso. Somos humanos, falibles, y como tales, completamente excusados frente al desatino. Ahora bien, si lo convertimos en una forma de vivir a manera del estilo de Elizabeth Taylor con sus matrimonios, ahí ya habría que estudiar con atención los motivos y buscar ayuda profesional especializada.

Te invito a que comiences hoy mismo a sustituir la palabra fracaso por desacierto. Luego me cuentas que tal te fue. Escribamos juntos el nuevo diccionario para la nueva vida que deseamos.


jueves, 9 de enero de 2020

Se puede juzgar el libro por la portada


Esta idea viene del conocido dicho anglosajón: “Do not judge the book by its cover”, lo que se traduce en: “No juzgues un libro por su portada”. Obviamente se refiere a que no debemos criticar ni enjuiciar a las personas por la forma como lucen, por su apariencia.

Eso tiene, como casi todo en la vida, destellos de realidad y de fantasía. Lo que quiero decir con esto es que en muchos casos puedes conseguir grandes seres humanos que deciden lucir de cierta manera poco común o atractiva. Por otro lado, también están personas que difícilmente las podemos considerar del género humano que visten y lucen muy bien. Hay de todo en esta vida.

Yendo un poco más al detalle, luego de dos décadas de analizar y observar la conducta humana, puedo casi asegurar que existe una cuasi perfecta correlación entre como la persona luce y el estado de su mente y espíritu. No es casualidad. Parto de la premisa básica en psicología: lo que es adentro es afuera. Esto quiere decir que tendemos a proyectar de diferentes maneras nuestro estado mental, emocional y hasta spiritual a través de la forma como vestimos, nos arreglamos (o no) y en general, como lucimos externamente.

Pongo como ejemplo a una persona con muchos piercings, tatuajes, corte de cabellos extravagante, sobre maquillada con colores oscuros. Proyecta una imagen casi intimidante. Sin saberlo, esa persona nos está contando en parte que le pasó en su proceso de crianza. Ha habido mucho dolor, trauma y rechazo. Es muy probable que tienda a la depresión, pero lo manifieste con rabia sin control. No se trata si es buena gente o mala gente, es solo que deja claro con quien estás lidiando.

Por la fuerte tendencia creciente por estos días acerca de lo correctamente político y toda esa cuerda de estupideces, se está perdiendo la oportunidad y hasta el derecho de llamar y decir las cosas por su nombre. Si una persona tiene determinada apariencia física no conviene ponerla en frente como “cara” de un negocio al público. Esto no es discriminación, es pura psicología. Cuando la persona luce así, manda un claro mensaje que está en contra de la norma establecida, que no quiere lidiar con el público. Es mejor asignarle un puesto de trabajo en donde haya un contacto mínimo con otras personas. De seguro allí va a florecer y ser muy buen empleado. La mayoría de ellos tienden a ser introvertidos, creativos, artísticos, les gusta y disfrutan mucho de su solitud.

Por supuesto, toda regla tiene sus excepciones. Puede darse el caso que vayas a comprar un automóvil y te atiende una de estas personas antes descrita. Es posible que te cruces con extraterrestres como estos, son pocos, pero los hay. Quiero decir que hay personas con muy buenos modales, respetuosos, cariñosas, orientadas hacia las personas (extrovertidas) que pueden haber tenido el desatino de presentarse de manera rimbombante, y pueden ser excelentes vendedores o de atención al público. Insisto, son la excepción a la regla.

Si me preguntas mi opinión, no me desagrada como lucen, pero si me puede causar cierta molestia debido que para mi es igual a que anden desnudos con el pecho abierto sangrante, el corazón abierto latiendo y un cartel en la frente gritando: “Ayuda”. Eso me espeluca y no me gusta sentir esa sensación de desasosiego de no poder ayudarlos.

Recuerdo de adolescente me molestaba sobre manera cuando mi querida madre (de profesión psiquiatra) me peleaba mis amistades, sobre todo por la forma como lucían externamente. Hoy en día creo comprender que me molestaba más aún porque de alguna manera yo me identificaba con ellos, eran como una versión de lo que yo creía que yo era en esa etapa de mi vida. Aquí aplica el dicho: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Al final, muchos padres terminan teniendo la razón, pero no porque sean sabelotodo, más bien por la cantidad de años de experiencia que llevan encima.

Por supuesto que hay personas con historias y experiencias de vida similares y que no recurren a esos artilugios. Esos son más difíciles de leer porque lo esconden detrás de su primera fachada. Lo que este segundo grupo desconoce es que en sus primeros cinco minutos de conversación van a dejar muy claro qué sienten y cómo está su mundo interior. Solo es cuestión de escuchar y leer entre líneas.

Creo que somos vasijas de cristal transparente. En ocasiones lo llenamos con objetos oscuros, otras veces con cosas claras y translucidas. Si se presta atención, siempre se puede ver el contenido.

Si nos percibimos como una cebolla, con muchas capas que recubren el núcleo, solo basta con observar la capa más externa para poder deducir con precisión lo que hay dentro. Esa capa más externa son siempre nuestras acciones, nuestra conducta. Ese comportamiento viene dado como repuesta a la capa subsiguiente que es la actitud con la cual confrontamos lo que nos sucede. Esta actitud viene claramente definida por las expectativas que ya tenemos establecidas en cuanto a personas, situaciones o cosas. Y a su vez, todas esas expectativas que hemos venido desarrollando a lo largo del tiempo, son convicciones inequívocas de los verdaderos valores que llevamos dentro, muchas veces escondidos en esa bóveda conocida como la mente subconsciente.

Si quieres conocer y entender en realidad cuáles son tus verdaderos valores, tan solo préstale atención a tus acciones, no tanto a tus palabras. Es como cuando te dicen: “demuéstrame con hechos, no con palabras”. Si dices que lo más importante en tu vida es tu familia y te la pasas trabajando, deja de engañarte y date cuenta de que tu verdadero valor es el trabajo, no la familia. Sin excusarte en el melodrama que debes producir para mantener a la familia, solo te recuerdo lo que decía el Dr. Erik Fromm: A la familia hay que dar leche y miel. La leche viene a representar las necesidades materiales que deben ser cubiertas, y la miel al amor que hay que demostrar frecuentemente con acciones. Simplemente haz los ajustes necesarios para que vivas con los verdaderos valores que te ayuden a llevar adelante una vida equilibrada y feliz.

Todo este planteamiento sirve para discernir qué se puede esperar de ciertas personas, nunca para prejuzgarlos o criticarlos, pues no somos quien para hacerlo. Cada uno vive su vida como le parece. Somos libres de escoger, de ahí viene nuestro supuesto libre albedrío.

La invitación es que la próxima vez que te cruces con una persona que luzca de tal o cual manera, no saltes a juzgarlo o criticarlo, entiende su mundo interior y trátalo de acuerdo con esa percepción. Lo más seguro, que al igual que tú y yo, solo necesita amor y aceptación.