miércoles, 29 de abril de 2020

Adicción a las emociones


A lo largo de casi dos décadas practicando la psicoterapia en diversos modos y estilos he podido constatar que un número no menor de personas han desarrollado lo que llamo adicción a la emoción.

Por ejemplo, cuando una persona nace y crece en una familia conflictiva, digamos que las peleas y discusiones son la norma (léase que ocurren a diario), esa persona logra desarrollar una identificación con un grupo de emociones causados directamente por ese ambiente de hostilidad en el hogar.

En semejante situación puede aflorar la emoción del miedo, disparada por todos los pensamientos correctos y apropiados dada la circunstancia, como que en cualquier momento puede suceder algo terrible. Esto suele venir acompañado por los pensamientos catastróficos característicos de esa emoción, en donde se puede llegar a pensar que hasta la vida o la de un ser querido corre peligro. Y se va a reaccionar acorde a esa emoción y pensamientos.

También es predecible que emerja la emoción de la tristeza. Frente a un cuadro, que en la utopía coloquial se espera que la familia se muestre dentro de un ambiente amoroso, protector y sano, se pueda disparar esta emoción por el simple hecho de no experimentar lo esperado. El solo ver peleando a personas que supuestamente se quieren eso deprime por si solo.

Si estas dos emociones mencionadas con anterioridad se combinan y no logran aparecer espontáneamente, o lo que conocemos clínicamente como represión de las emociones, se puede dar el inevitable surgimiento de la rabia. Se copia el modelo utilizado a diario por los progenitores y demás personajes del cuadro familiar, y la persona crece pensando, durante años, que la vida funciona de esa manera, en conflicto, peleas, con rabia en su sistema de supervivencia. Esto pudiese explicar por qué algunas personas tienden al conflicto, a la pelea y suelen ser identificados por otros como personas agresivas. En un plano de su conciencia – si es que la tienen o la han desarrollado – logran reconocer que eso no está bien, pero no pueden evitarlo. Es una lucha continua y les deteriora su auto imagen, llegándolos a deprimir de tanto en tanto. A todas esas personas, les recuerdo la frase celebre: “lo que no haces consciente lo haces destino”. Esto quiere decir que si no te percatas del origen de tu conducta, lo más probable es que la repitas indefinidamente porque es lo que está aprendido y grabado en tu disco duro, llamado inconsciente. El piloto automático.

Esta circunstancia mantenida en el tiempo puede desembocar en una serie de elementos psicopatológicos de envergadura, sobre todo si no son atendidos con la premura del caso. Adultos que hayan salido de hogares de esa estirpe pueden llegar a desarrollar trastornos de ansiedad, depresión, ataques de pánico y hasta desordenes de personalidad, dependiendo de lo agudo de los casos y la mezcla de otros elementos importantes, pero que no vienen al caso.

En ningún momento estoy queriendo decir que por que se haya crecido en hogares disfuncionales y conflictivos se va a padecer de algo en edad adulta, pero este tipo de situaciones colaboran en demasía con la aparición de las dolencias antes mencionadas.

Por más que pueda ser percibido como una situación negativa (la cual es), en la mente subconsciente puede quedarse plasmada como algo de pertenencia. Algo así como la voz interna, tácita, a veces casi muda, te dice: “Aunque esto es un caos, es mi casa, mi hogar, mi familia, dentro de todo, es acá en donde me siento a salvo y seguro”. Es la paradoja de la mente. Buscando equilibrio y seguridad, puede asentar creencias perniciosas.

Ahora bien, el comprender de dónde sale esta adicción a las diferentes emociones no justifica en lo absoluto su vivencia prolongada. La persona que logre caer en cuenta de lo que sucede tiene la obligación de tomar la decisión y determinación de cambiar ese patrón de comportamiento, con la ayuda de profesionales de la salud mental, acompañado del desarrollo de la espiritualidad con el soporte de su iglesia y demás técnicas y procedimientos que vayan acorde al mejoramiento de la conducta y al manejo de las emociones.

No vamos a dejar de sentir las emociones, a Dios gracias, pero podemos librarnos de la adicción a ellas.

jueves, 23 de abril de 2020

Vivir alquilado



Sin querer entrar en diatribas de temas que no domino, como el de las inversiones, solo comento que hace años leí uno de los libros de Robert Kiyosaki, reconocido inversionista y conferencista en esos temas, en donde explica que es mejor vivir alquilado, y la casa que compres alquilarla. En ese libro se explican las razones.

Fue de allí que saqué mi excusa perfecta para siempre vivir alquilado. Desde que llegué a este país, hace más de veinte años, he vivido en casas alquiladas. Es muy cómodo. Hoy escuchando una entrevista al maestro Facundo Cabral le oí decir una frase que me recordó mi solución de alquilar mis hogares. Dijo algo como que aquí estamos solo de paso, estamos prestados, como alquilados a la vida.

Comparto ese pensamiento con él. Al vivir alquilado, como cuando vas a un hotel, no quieres ni permites crear lazos afectivos con el lugar. Sabes que pronto lo vas a evacuar, y no hay nada allí que te ate. Así es la vida, con la diferencia que hay muchas cosas, que si le damos permiso, nos van a atar y se crean lazos afectivos profundos con otros seres. Eso no está bien ni mal. Es solo una realidad.

Hago mi mejor esfuerzo de recordarme constantemente que estamos de paso. Que este alquiler que nos concedió nuestro creador tiene fecha de vencimiento. Es mejor dejarse fluir, no retener ni resistir. Pienso que es bueno disfrutar lo que se tiene en el momento. Dejar de añorar las cosas del pasado ni estar pendientes de las cosas de un futuro incierto. Es vivir un día a la vez, es vivir aquí y ahora, no mañana, no ayer.

Si estamos muy pendientes de las cosas que dejamos, que perdimos, o de las posibles amenazas de ese futuro incierto, perdemos lo verdaderamente valioso. Nuestra vida en el momento presente. Esta conciencia del vivir anclado en el presente se desarrolla un paso a la vez. Con diez a veinte minutos de meditación diaria. Con oración diaria y continua. Con reflexión y contemplación.

Si vives en el vagón del tren rápido de la vida, en donde ves pasando todo a tu lado a gran velocidad: despertar, bañarse, desayunar, ir a trabajar, volver a casa, hablar, discutir, ver televisión, y luego dormir nuevamente, sin parar, no estás viviendo. Estás hipnotizado por ese tren en movimiento, y se te olvida que estamos alquilados.

Por esta razón te invito a que la próxima vez que te encuentres como autómata repitiendo las labores diarias, y lo vas a saber fácilmente porque las emociones negativas como la ansiedad o la depresión van a estar presente y agudas en tu vida, detente, piensa, y recuerda; Estoy alquilado.

viernes, 17 de abril de 2020

Pare de sufrir


En gran parte de los Estados Unidos (la parte hispanoparlante) y de Latinoamérica es bien conocida la frase “Pare de sufrir”. Es casi un slogan acuñado por la iglesia cristiana brasilera. Es ese tipo de iglesias que prometen lo imposible con tal de ordeñar a sus fieles hasta que quedan secos.

Soy cristiano, esa es mi fe, pero de ninguna manera apoyo ni comparto las estafas de miles de iglesias “cristianas” como esas que solo están para enriquecer a sus pastores y seguidores cercanos. En este momento de pandemia, en donde la humanidad necesita mas que nunca acercarse a Dios, desarrollar su vida espiritual, hay que mantenerse bien lejos de ese tipo de pseudo iglesias y pastores. Lo más anecdótico de esto, es que ellos siempre ofrecen curas y sanaciones y ahora que los necesitan, no aparecen por ningún lado y los que están no curan a nadie. Interesante.

Pero la idea de escribir acerca del pare de sufrir es desde una verdadera perspectiva espiritual es que el sufrimiento solo se va a detener cuando dejemos de existir. Solo cuando estemos al lado y en presencia de Dios en el cielo es cuando vamos a parar de sufrir. La Palabra nos recuerda constantemente que mientras estemos en este mundo vamos a sufrir, pero no por eso vamos a perder esperanza y mucho menos fe.

Hace unos días atrás atendía a un paciente que rebasa los ochenta años y lucía consumido, triste, deprimido, con un peso enorme de sus culpas. Compartía conmigo su ausencia de perdón hacia si mismo por todos los errores y maldades que hizo a lo largo de su vida. Para un caso como esto solo hay que irse a lo básico de las escrituras. Lo que llamamos el evangelio en una píldora: Le hablé del perdón y del amor de Dios en Juan 3:16. De aceptar esa verdad y dejarla entrar no solo a su mente, sino también a su corazón.

El hombre me veía como si fuese extraterrestre, me decía con la mirada que no entendía o no quería entender. En momentos de la vida, los seres humanos nos compartamos de una manera tan terca y soberbia que pretendemos ser más grande que nuestro creador. Si Dios, que nos hizo y nos ama, ya nos perdonó todos nuestros pecados, nuestras malas andanzas, ¿por que nosotros no nos vamos a perdonarnos a nosotros mismos? Eso es puro orgullo, ego y soberbia.

Preferimos tener la razón a ser salvos. Le comenté que Jesús comentaba que para entrar al reino de los cielos hay que ser como un niño, con su inocencia, todo lo crea, nada cuestiona. Pregunto: ¿Acaso es tan difícil hacer eso? Para mucha gente la respuesta es sí. Cuando caminas con los ojos y el corazón de la fe andas por caminos inimaginados, con una sonrisa y esa paz que sobrepasa todo entendimiento humano.

Es por esta razón que los invito a retomar el camino a Dios, a reencontrase con el creador. Salimos de El, y con la ayuda de Dios, a El volveremos pronto. Regocija tu corazón en su amor y deja que sus alas te abracen y te cubra en medio de toda esta calamidad.

Dios está contigo, Dios está en control. Dios es todo. Con Dios el sufrimiento tiene final. Solo con Dios se para de sufrir. Amen.

martes, 14 de abril de 2020

Dentro del túnel



En medio de un sueño, soñaba. Soñaba que caminaba dentro de un túnel, lucía infinito. Como siempre, se vislumbraba una tenue luz al final. Esa luz cambiaba de colores. Se hacia más grande, pensado que me acercaba la final, para luego reducir su tamaño y comprender que todavía faltaba mucho.

El camino era angosto, a veces lúgubre, había espacios iluminados y otros de colores llamativos. La caminata parecía sacada de una película estática. Si había un movimiento era el desplazamiento constante hacia el final del túnel.

Había muchos pasos que me cansaban. De repente se me olvidaba que caminaba, sin el mas mínimo esfuerzo. Me preguntaba que fuese de mis ojos si estuviesen en mis pies en lugar de la cabeza. Quizás se nos puso en el tope del cuerpo para que la perspectiva sea positiva.

Cuando prestaba atención a los sonidos, nada sonaba, había silencio, excepto el constante chillido en mis oídos. Cuando me distraía sonaban melodías conocidas, cambiaban de ritmo.

En oportunidades el cuerpo quería moverse al son de la música. En otras oportunidades el cuerpo solo quería descansar el largo trayecto transitado. Cansancio con hastío, unidos desfallecía. Eufórico y dinámico, me levantaba y corría. De eso solo quedaba siempre el cansancio indómito.

Las paredes circulares del túnel parecían moverse, en sentido de las agujas del reloj, rotaban despacio, llenándose de luces multicolores. Mareado quería vomitar. Cerré los ojos y respiré profundo. Al abrirlos de vuelta, el movimiento se había detenido, estático, frio. Los colores fueron suplantados por grises oscuros. Siento miedo.

Pasaban los segundos, parecían días, semanas, meses. Seguía caminando rumbo al infinito. La luz trémula del final me encandiló. Acababa de cambiar de color, al blanco, a la nieve, me tranquilizó. Las paredes del túnel se derrumban, cual bloques de las pirámides en estampida. Logro ver el cielo claro, sol radiante, nubes colgando con formas de gallinas y de elefantes. Un pasto de un verde inolvidable que no extraña el verano.

Las flores renacen, se pintan de colores, se siente una leve brisa acariciando la piel. Hay serenidad, estoy en paz. Una calidez hogareña penetra mis entrañas. A lo lejos un señor me sonríe y me invita a abrazarlo. Sonrío maravillado. Me despierto. Vuelvo a sonreír. El túnel se ha acabado.

jueves, 9 de abril de 2020

Al día siguiente (para Venezuela)

Este es el nombre de artículo de prensa que saldrá el día después que caiga por completo la narcodictadura en Venezuela.

Al día siguiente, después de más de veintidós países en coalición (uno por cada año de tiranía y dictadura) comandada por los Estados unidos de América, se logra divisar ya no tan lejos el repunte de una nueva patria, de una nueva república, de los nuevos Estados Unidos de Venezuela.

En los próximos años está la tarea de depurar toda la política nacional, hacer desaparecer cualquier vestigio de comunismo. Borrar de las paredes y de las mentes de todos los venezolanos las figuras fatídicas de Chávez, Maduro, Cabello y demás rufianes psicópatas.

A la puerta ya está el advenimiento de un nuevo sistema judicial, armado desde la base, de un lienzo en blanco, en donde se disponga e incluya la pena de muerte para las personas que osen tomar de las arcas del estado. Ni el comunismo ni la corrupción serán aceptadas en el nuevo estado.

Esta nueva tierra será manejada y dirigida por las nuevas generaciones consientes, con verdadera hambre y sed de justicia. A esos que no pudieron tener ni la niñez ni la juventud que merecían por culpa de la dictadura chavista se las robó.

Pero todas estas cosas pasan a segundo plano frente a la destrucción de todos los sistemas mas básicos del país. Comenzando por la salud, pasando por la familia y los valores y dando una vuelta por el mundo empresarial, turístico y agropecuario. Hay que reconstruir todo, pero la salud y los valores tienen prioridad.

La meta debe ser que cuando la hija del presidente (E) Guaidó salga de bachillerato, ya debe salir a un mercado laboral floreciente, con alternativas de trabajo honrado y con miras a desarrollos de nuevas tecnologías y propiedades hecho en Venezuela. En donde el derecho a l palabra y libre expresión de ideas se sustente por encima de cualquier otro poder.

Tal como lo decía, en plano espiritual, nuestro Señor Jesucristo en el evangelio de Marcos 2:22: “Nadie echa vino nuevo en recipientes viejos. De hacerlos así, el vino hará reventar los recipientes y se arruinarán tanto el vino como los recipientes. Más bien, el vino nuevo se echa en recipientes nuevos”. De la misma manera, esta nueva construcción de un país modelo tiene que estar en manos de una nueva generación, libre de las mañas y rituales de las generaciones predecesoras.

En el plano de los valores, el primero a rescatar es en la fe al verdadero Dios. No mas brujerías baratas ni santerías ni babalaos estúpidos. Solo Dios. Apoyando esta nueva nación en el primer mandamiento, para que sea el mismo Dios quien guie los pasos.

El segundo valor para rescatar es el amor y respeto a la institución de la familia como célula fundamental de la sociedad.

Valores como respeto, honestidad, sinceridad, la palabra y hacer el bien deben ser grabadas en las mentes y corazones de todas las nuevas generaciones.

Lo que ya está roto no se puede reparar y mucho menos tratar de pegar. Hay que construir cosas nuevas y diferentes, efectivas, que dejen en claro lo que mueve y motiva a una nación a prosperar y salir adelante.

Todas las personas que salieron huyendo por la hambruna, falta de salud y condiciones mínima de subsistencia tienen que volver a pasar a formar filas de este nuevo país.

Los talentos y cerebros que fueron a buscar nuevos horizontes en diferentes pares del plantea pueden seguir apoyando a la distancia, aportando su granito de arena, y de algunos de esos casos, habrá quien vuelva.

Oremos todos unidos para que esta mega reconstrucción comience ya, que comience al dia siguiente.

viernes, 3 de abril de 2020

Lo que se nos avecina

Es prácticamente inevitable hablar de la pandemia en estos días. Aunque nos tratemos de desconectar, las noticias corren por todos lados. Da la impresión de que la mayoría está pendiente solo de las posibles soluciones y están olvidando el mientras tanto.

No sabemos a ciencia cierta cuánto va a durar toda esta situación, pero de seguro unas cuantas semanas más, quizás meses y no quiero imaginar más allá.

Siguiendo la línea de pensamiento del desarrollo de las crisis, creo que ya estamos pasando como comunidad de la etapa de negación, representada por el desacato rebelde a las normas establecidas hasta el desarrollo del humor como mecanismo de adaptación, a la etapa de la rabia. Esta etapa en muchos hogares puede ser peligrosa. Los problemas maritales que estaban arrumados debajo de la alfombra van a salir a la superficie. Las frustraciones con los hijos pueden acrecentarse.

Tengo especial preocupación por todos aquellos hogares en donde los niños sean objetos de abusos. Todos aquellos padres que sean abusadores físicos, emocionales y hasta sexuales se pueden acrecentar y hacer mucho mas daño que de lo regular. Sus presas están confinadas en pequeños y muy limitados espacios, haciéndolos de muy fácil acceso para sus abusadores.

Como psicólogo, estudioso en la conducta humana, pronostico responsablemente que mucha gente va a colapsar emocionalmente. Aún más lo que ya padezcan de condiciones mentales y/o emocionales. Unos caerán en depresiones profundas, rayando en los extremos que busquen alternativas nefastas. Otros desarrollaran miedos (léase ansiedades) extremos, que se pueden convertir en obsesiones, compulsiones y habrá ataques de pánico.

Muchos se preguntarán de dónde saco todo este panorama de negatividad sobre lo que se nos avecina. Es de pura lógica. Suma un encierro no esperado y nunca practicado junto a tu familia, a la pérdida de trabajo, de ingresos económicos para tu manutención y la de tus seres queridos, la posibilidad y en oportunidades la realidad de perder a seres queridos por la pandemia y tendrás la fuente de este planteamiento.

Si esta situación no se maneja de manera efectiva, es muy predecible que pase de pandemia a pandemónium.

Les pido y les sugiero a todos que por favor ataquen los problemas antes de que se desarrollen. Este es el momento para buscar ayuda profesional. Guiados por profesionales de la salud mental, funcionará a manera de válvula de escape para liberar las tensiones y frustraciones que trae consigo situaciones como las antes mencionadas.

Aprovecho la oportunidad para recomendarles el uso del entrenamiento cerebral a distancia, el cual puede ayudar en gran medida al control y estabilización del sistema nerviosos desde el hogar, sin necesidad de salir a un consultorio. He estado haciendo este tipo de entrenamiento desde el 2002 y me consta su efectividad y pronta solución a problemas complejos, desde problemas del sueño, pasando por ansiedad, depresión y hasta dolores de cabeza y migrañas. Sin dejar de mencionar que ayuda en demasía a personas con problemas de atención concentración y hasta personas dentro del espectro autista.

También es el momento para rescatar o desarrollar la vida espiritual. En mi experiencia atendiendo miles de casos a lo largo de dos décadas he podido comprobar de primera mano que todas aquellas personas que tienen a Dios en su mente y en su corazón, mejoran mucho más rápido y efectivamente a cualquier tipo de tratamiento psicológico.