lunes, 8 de junio de 2020

Newton en las relaciones


Isaac Newton publicó en su obra “Philosphiae naturalis principia mathematica (1687)” sus famosas leyes del movimiento. Estas son:

 

1)     Ley de la inercia

2)    Ley de la dinámica

3)    Ley de la acción y reacción

 

La primera ley, la de la inercia, plantea que un objeto solo varía su velocidad si hay una fuerza que externa que actúe sobre el. Se puede entender como la tendencia de ese objeto o cuerpo a seguir como está.

 

Este principio se ve reflejado en la actitud de muchas personas en las relaciones, bien sea de pareja, de padres a hijos, entre hermanos, amigos o en los negocios. Hay personas que se plantan en una posición tan rígida que ni un huracán las mueve de ahí. Solo falta que suceda una verdadera fuerza (interna o externa) que ejecute la ley y lo saque de su estado inmovilidad o de no querer cambiar algo que ha estado perjudicando en alguna manera la relación, por ende, la convivencia. Esto puede ser a través del desarrollo de una enfermedad terminal, la misma cercanía a la muerte por accidente, el rompimiento de una relación importante, una pandemia, etc.

 

La segunda ley de la dinámica. Se puede aplicar a las relaciones en ambos sentidos. Tanto para cosas positivas como negativas. Prefiero elegir una positiva para contrarrestar un poco los otros dos ejemplos que utilicé para las otras leyes. Esta segunda ley implica la existencia de una relación entre la fuerza que se aplica sobre un cuerpo debe ser proporcional a la aceleración que tendrá dicho objeto. Explico esto con el sentido de responsabilidad personal e individual en cada relación, lo cual trae como consecuencia mediata y a largo plazo sacar lo mejor de la otra persona. Si pones de tu mejor empeño y dedicación a desarrollar la mejor versión de ti en el trato y comunicación hacia la otra persona en la relación (sea cual sea) verás resultados positivos acordes a tus esfuerzos. Esto no quiere decir en ningún momento que te vas a “desvivir” por la otra persona a darle todo lo que crees que esa persona desea o quiere, sino más bien trata sobre la forma y el estilo que utilizas al tratarle. Amor y respeto son dos ingredientes indispensables para el éxito de esta fórmula. Cuanto más fuerza (velocidad) impongas sobre tu relación, mayor será la fuerza (velocidad) del lazo que los una.

 

La tercera ley, acción y reacción, es muy sencilla de entender su funcionamiento en cualquier relación. Si vienes cual tempestad con rayos y centellas a decirle al otro hasta del mal que se va a morir, dentro de tu rabia expresada con ímpetu, has de esperar que la otra persona reaccione con la misma fuerza con la que entraste. Puede hacerlo de un modo activo respondiendo con el mismo nivel de agresividad con el que viniste, o con pasividad, dejándote saber muy claramente su malestar por otros medios quizás aún más dolorosos para ti.

 

En consulta privada suelo explicar a mis pacientes que cuando me narran la historia de sus estilos comunicaciones en las diferentes relaciones se me hace difícil de creer porque va en contra de todo principio de física. Es imposible lanzar una pelota en contra de una pared y esperar que la misma se nos devuelva a una velocidad diferente a la que la lanzamos. Muchos me han dicho con convicción, e inclusive jurando, que lanzaron la pelota en contra de la pared de modo sutil, suave, y la misma se devolvió a toda velocidad casi cortándole el pescuezo. Puede dar risa, pero todos sabemos que es físicamente imposible. La única forma que se te haya devuelto a esa velocidad es que la lanzaste con esa misma fuerza, quizás sin percatarte en el momento, pero a los hechos me remito.

 

La idea es poder tomar conciencia que todos en cierta manera aplicamos estas leyes a nuestra vida en algún ámbito y de alguna manera. Reflexionar y meditar al respecto puede ayudar. Que no haga falta que algo drástico suceda para que nos saque de esa posición de inamovilidad o terquedad.

 

Esta semana aplica física a tu vida. Revisa cuales leyes están dominando tus relaciones y responde acorde de tus necesidades y voluntad.

martes, 2 de junio de 2020

Indignación

No me sale otra palabra que pueda representar fielmente el estado emocional que aflora en todo mi ser observando la situación sociopolítica del país en el cual vivo y que hace veinte años abrió las puertas para mi familia y para mí.

Estados Unidos es un gran país, definitivamente es el país con mayores oportunidades que puedas vivir. He tenido la bendición de poder viajar por muchas ciudades alrededor del mundo y constatar la grandeza de este hermoso país y de su gente. Como todo, tiene muchas cosas negativas de las cuales espero pueda modular en algún momento y atenderlas con la celeridad y urgencia que amerita. Tal es el caso del profundo racismo arraigado en ciertas clases sociales. Repudio con todo mi ser personas destinadas y juramentadas para defendernos y cuidarnos a que nos hagan daño. Sin importar el color de piel, nuestro idioma materno u orientación sexual, todos los seres humanos tenemos derecho a defendernos y ser tratados con humanidad.

Sueño con el día de ver esas mismas masas perturbadoras de la paz social, en lugar de estar atacando y destruyendo la propiedad privada, tanto de pequeños comerciantes que no merecen ese trato como de las grandes marcas y empresas, quisiera verlas enardecidas en contra de las clínicas que permiten abortos, de los que matan o dañan a los animales o de centros de prostitución y abuso de menores..

Espero que toda la tecnología que ha sido desarrollada en este país sea utilizada para localizar a todos los que vandalizaron las propiedades privadas y las públicas, las cuales nosotros pagamos con nuestros impuestos. Espero que todo el peso de la ley caiga sobre esos perturbadores y saqueadores del bien ajeno. Deben correr con la misma suerte que el policía que le quitó la vida a del señor Floyd, a quien de paso habría que investigar, pues utilizó un billete falso para pagar y estaba en estado de ebriedad manejando. Queda claro que no es monje de capilla ni Boy Scout. Su mal comportamiento y el hecho que haya infringido la ley no amerita el uso de la fuerza y mucho menos privarlo de ese bien tan preciado al que llamamos vida. Pero igual hay que sopesar las responsabilidades de nuestras acciones. Estar en el lugar correcto con la conducta apropiada ayuda a minimizar desgracias como estas.

Me parece percibir la mano peluda (y que conste que no guardo rencor hacia personas y/o animales con abundancia de vellos) de la izquierda facinerosa, muy probable caribeña y suramericana, juntándose con la extrema izquierda Norteamérica para tomar partido de etas situación y ganar terreno en las encuestas para las elecciones de este noviembre. Creo que nuestro presidente tan amado y odiado saldrá triunfante una vez más. O por lo menos eso es lo que espero por el bien de mi país de origen (Venezuela) y del país que me acobija (USA).

Es mi pensar que las personas que se autodenominan como no racistas pueden no saber lo que están diciendo. Todo ser humano es racista por naturaleza. Me explico. Desde que nacemos crecemos con la idea acomplejada que para valorar algo tiene que sentirse como nuestro, igual o parecido a lo que conocemos. Lo que no nos percatamos es que esa posición defensiva viene de la inseguridad de nuestro propio ego. Si esta persona no se parece a mi o es diferente, entonces no está bien. Es una idea equivocada. El miedo al cambio y a lo diferente puede tener un mimo lugar de origen: la incertidumbre. Este es el primer enemigo de la paz mental. A la mente no le gusta no saber que viene luego, y por eso crea la ilusión del control y de lo conocido. Hay que instruirse y educarse para enseñar a futuras generaciones que el ser diferente está bien y que todos somos iguales en naturaleza, sobre todo desde la perspectiva espiritual, todos somos hijos del mismo Dios, creyentes y no creyentes.

Solo hay una raza: la humana.

La diferencia entre tú, yo y un miembro del KKK o del BP es que ellos exacerban su racismo intrínseco y lo manipulan emocionalmente en los niveles del odio. Si se pudiese medir el racismo con un aparato electrónico que determine el grado de racismo que padece una persona, quizás a ellos le marcara entre un noventa a un cien por ciento. Si ese mismo aparato se nos aplica a nosotros también diera una medida, mucho menor por supuesto, quizás entre un diez a un quince por ciento, y no contenga la carga emocional negativa del odio que es lo que tanto daño hace.

Me parece complicado no poseer ningún tipo de inclinación en temas diversos, sobre todo como el racial, ya que poseemos ideas, pensamientos, criterios, opiniones y paradigmas que nos llevan a sacar conjeturas acerca de prácticamente todo en la vida. Todos estamos “BIAS”, es decir, lo cual se traduce literalmente como parcializado, pero se entiende mejor como alienado de una idea preconcebida. Al tener criterio, el cual pienso casi todos lo tenemos, es imposible no tener una idea preconcebida contraria a lo nuevo y a lo diferente.

Bajo la premisa que donde hay odio no hay cabida para el amor, esas personas carecen o no han aprendido a desarrollar el músculo de su corazón que les permite sentir sensibilidad hacia lo diferente. Compasión, bondad y mansedumbre son valores que hay comenzar a sembrar de nuevo en nuestra sociedad. Solo depende de cada uno de nosotros en nuestros propios círculos sociales, familia, amistades, lugares de trabajo, siempre dando el ejemplo con nuestra propia conducta.

Quiero cerrar esta idea pidiendo nos unamos en oración para que nuestro padre celestial nos ilumine a todos y permita que podamos vivir dignamente los unos con los otros sin esas barreras raciales y florezca el sentido de la compasión y el amor mutuo.