martes, 7 de junio de 2016

Breve reflexion sobre los hijos

Si tu hijo no te hace sentir emociones extremas, no es tu hijo o tú no eres su padre. Desde El mismo comienzo, cuando te enteras que está por nacer, ya te comienza a provocar emociones encontradas. Por un lado sientes la alegría que produce poder traer al mundo alguien de tu misma sangre, de tu propia descendencia, alguien que con su tierna sonrisa acariciará tus mejillas desde ese mismo momento en adelante. Y por otro lado te llena de miedos e inseguridades por no saber si vas a poder con tamaño responsabilidad de cuidarlo, protegerlo y llevarlo de la mano para convertirlo en una persona de bien.

A medida que va creciendo, destapa esa caja de pandora emocional, en donde descubrimos nuestros propios ansiedades, fortalezas y virtudes. Despierta la compasión y ternura que quizás pudo haber estado estancada en el pozo del pasado, dejándola fluir hacia torrentes de agua viva, desbordando risas y carcajadas a lo largo del diario compartir.

Si estás trabajando mucho, para supuestamente poderle proveer sus necesidades materiales, te cuento que va a crecer y recordar más las necesidades sentimentales y emocionales que le hayas inculcado y compartido en esos ratos en donde ambos se sumergían en juegos, caricias, abrazos y risas.

También la mano fuerte y firme, sin llegar a ser ni retadora ni abusiva, es necesaria para la recta formación de su carácter y estima. Sus enfados y te odio no dejar de faltar, y si te descuidas tu propia valía, te pueden llegar a causar grandes agujeros en tu ya lacerado corazón.

Sus logros te hincharán el pecho de orgullo, y el corazón se colmara de gratitud y alabanzas al Creador por haberte prestado, solo por un breve lapso, a esa bella criatura que puedes llamar hijo. Su rabia y su dolor se convertirán rápidamente en tu dolor, más punzante que espada afilada, atravesará tu corazón sin compasión alguna. Sus espinas se quedaran clavadas en el miocardio, para después ser sanadas por la suave seda de sus disculpas y amor.

Tener un hijo es una locura, pero más locura es no experimentarlo. Tener un hijo es una bendición, es un regalo inmerecido que la vida nos regala. Tener un hijo es poder proyectarnos a distancias inconcebibles, llegando a futuras generaciones a través de ellas y de sus descendencias.


Te pregunto, ¿Qué quieres dejar como legado?