viernes, 10 de diciembre de 2021

El amor de Dios en la vida de pareja

Muchas veces en psicología se tiende a intercambiar el yo con el ego. Para esta idea, prefiero separarlos como lo que son. Para mi, el yo es nuestra esencia, lo que somos en realidad, seres espirituales, hijos de Dios, hechos a su imagen y semejanza. Mientras que el ego es la representación primitiva del deseo humano. Me gusta pensar que el yo busca a Dios, mientras que el ego lo rechaza en busca de la satisfacción de sus deseos.

Con eso en mente, se hace difícil concebir una relación de pareja que sea basada en el ego y no en el yo. La única manera que una relación exista es cuando se sedimenta en el yo. Si le pones cuidado al diario vivir podrás notar cuantas veces el ego se interpone en tu relación y tu felicidad, queriendo salirse con la suya satisfaciendo sus deseos sin importarle lo que quiere o necesita el otro.

El yo, en cambio, hace el esfuerzo fuera de lo común y busca el bienestar del otro. 

En la primera carta a los Corintios, San Pablo describe el verdadero amor, el cual no es otro que el amor que Dios nos tiene. Quiero que me acompañes a aplicar esta gran verdad a la vida diaria de la pareja.

Escribe cada una de las cualidades que menciona San Pablo y escribe a su lado cómo le puedes demostrar eso a tu pareja. Te comparto la que escribí para mi esposa para que tengas idea a qué me refiero con esto.

Es Paciente: Cuando mi pareja dice o repite cosas que no me gustan o no estoy de acuerdo, o simplemente me aburren, respiro profundo y elijo recordar todas las bellas razones que nos unen como pareja. Esto es solo un momento y un detalle insignificante.

Bondadoso: Aunque sienta flojera de ayudar con los deberes y mandados de la casa, tomo fuerzas y hago lo que haya que hacer para colaborar y quitar parte del peso.

No envidia: Si mi pareja tiene más tiempo libre que yo, en lugar de quejarme o criticarla, le doy gracias a Dios que tiene ese tiempo para su disfrute, me alegro por mi pareja.

No se jacta: en momentos entiendo que puedo tener más conocimientos o destrezas que mi pareja, pero decido aceptarlas con humildad y las entrego como lo que son, regalos o dones que provienen de Dios.

Sin orgullo: En las oportunidades que las cosas salen como quiero o aun mejor, evito pavonearme por las circunstancias y junto a mi pareja agradece mis a Dios por sus bondades.

Sin rudeza: Cuando estoy de mal humor y mi esposa dice o hace algo que me molesta, tiendo a tratarla con rudeza. Desarrollando mi espiritualidad diaria junto a ella logro contenerme de responder con rudeza en más ocasiones que antes. La meditación y la oración ayudan muchísimo a conseguir esto.

Sin egoísmo: Confieso que cuando como dulces, especialmente chocolate, no me gusta compartir. Desde que comencé todo este proceso soy capaz de compartir un poco con mi esposa, el esfuerzo bien vale la pena. A parte que no engordo más de lo que estoy.

Sin enojo: Cuando amanezco con los apellidos cruzados, en vez de reaccionar desde la rabia, me siento afuera de la casa a reflexionar y a orar. Ese pequeño ajuste hace toda la diferencia.

Sin rencor: Mi esposa, como cualquier otro ser humano (me incluyo), puede decir o hacer cosas que me molestan y a veces hasta me hieren. Se que está en mi guardarlo en el cofre de los rencores o botarlo a la basura. Escojo botarlos, ya con la grasa que acumulo en mi cuerpo es más que suficiente.

No se deleita en la maldad: Por supuesto que en muchas ocasiones me provoca hacer lo malo, lo que mi naturaleza humana me pide, y a veces me exige. El que diga que portarse mal, o lo que es lo mismo, no hacer el bien, no es sabroso, miente. Después de muchos años peleando he comenzado a ganarle ciertas batallas. Continuo en la pelea, con Dios a mi lado.

Se regocija en la verdad: Entiendo, comprendo y acepto que el amor que podemos sentir y tener hacia una determinada persona, en este caso, la pareja, no proviene de nosotros, es un simple reflejo del amor de Dios en nosotros. 

Todo lo disculpa: Esta parte, confieso, me cuesta mucho. Reconocer que algo de mi estuvo mal, y disculparme por la falla cometida no me es fácil. He aprendido con el paso del tiempo que si se puede lograr, aunque sea incómodo. Es casi como hablar en público. Al principio cuesta, pero luego se vuelve hábito y es fácil de manejar. 

Todo lo cree: Las dudas no faltan en las relaciones. De hecho, hay veces que sobran. Cuando me encuentro en duda, reflexiono y pienso que Dios sabe la verdad, y el resultado final está en sus manos. Decido creer.

Todo lo espera: Mi esposa no me deja de sorprender, siempre tiene recurrentes y nuevos detalles para conmigo. Yo trabajo diligentemente para hacer lo propio con ella. Pero sin embargo, mi esperanza en nuestra relación la baso más en la esencia del amor mismo, es decir, yo espero más de los frutos de nuestro amor que de ella, y espero, ella haga lo mismo conmigo.

Todo lo soporta: Para este punto se puede tomar prestado de los doce pasos: vivir un día a la vez. 

Sin extinción: Tomo conciencia que el poder del amor es infinito. Gracias a Dios su amor nunca se acaba. De la misma manera, mientras siga trabajando en la relación y el amor que profeso por mi esposa, lo canalizo en el mismo amor de Dios y reconozco su infinidad.

Como virtud: Esta parte la he venido desarrollando con la contemplación en la Palabra de Dios. Todos los días mi esposa y yo leemos devocionales y oraciones. Luego me quedo pensando acerca de lo leído y me inspiro en el amor de Dios. Esa es la gran virtud.

Los diferentes niveles que puede llegar a desarrollar una relación son por lo menos cuatro. El nivel más superficial tiene que ver con la atracción física y sexual. La segunda capa tiene que ver con coincidencias o puntos de encuentro de creencias y pensamientos, en donde también entran gustos comunes. Ahora bien, las dos capas más profundas son las verdaderas conexiones. La tercera capa tiene que ver con una conexión psíquica, y la cuarta con la conexión a nivel espiritual, allí en donde reside la verdadera esencia del ser, el enlace con lo divino, lo infinito y el verdadero amor, Dios.

Te invito a que después de hacer tu lista de valores y virtudes que le vas a demostrar diariamente a tu pareja, comiences a vivir con conciencia tu relación en el tercer y cuarto nivel. Que la conexión con tu pareja sea de un entendimiento profundo psíquico y espiritual, porque se supone que las dos primeras capas ya deben estar cubiertas, por eso están juntos.