viernes, 17 de septiembre de 2021

No suelo contar mis sesiones de terapias

Hoy llegó a mi consulta una joven muy bella. No me quedo más que admirarla. Por donde la veas es hermosa, y hasta sus defectos son bellos.

Después de salir del asombro de su belleza, comencé a escuchar todas sus narraciones y cuentos de lo que le ha pasado en sus últimos años de existencia. Como los tantos que he escuchado en las ultimas dos décadas de vida profesional, contiene todos los matices necesarios para crear una base de análisis interesante y digna de ser estudiada.

Por un lado, se enaltece de poseer todo tipo de recursos, y habla de las maravillas de su gente, su familia. Por el otro, se queja de cómo su propia gente se ha dedicado a desnudarla de sus posesiones otorgadas y heredadas por el creador. La han ido despellejando sin el mas mínimo pudor ni sentimiento. Ya muestra serias cicatrices en su faz.

Luego saltó a despotricar de su “mala suerte” al escoger a sus pretendientes. Me relató a grandes zancadas los patrones y hábitos que suele demostrar con cada uno de ellos. Recordé a Eric Fromm con sus teorías de sadomasoquismo. Me intriga la necesidad emocional de cierta gente por sentir dolor constantemente, para luego disfrazarlos entre sonrisas, chistes y materialismo superfluo. 

Por su rostro comenzaron a rodar lágrimas de llovizna incontenible cuando me contaba de su sufrimiento, que no paraba de ser abusada de todas las formas y maneras posibles. Muchos observaban los abusos impunes con piel de cocodrilo, inmunes e inmutados delante tanta perversidad y crueldad. Como que si no la conociesen o no estuviesen relacionados con ella.

Pensé acerca de todo el inmenso potencial que tiene esa joven, y que dada las circunstancias especificas puede llegar a ser la mejor de su barrio. Lo tienen todo para triunfar.

Pero también reflexioné acerca de las carencias, huecos inmensos que destilan estiércol. Estoy claro que, si esta joven no cambia la esencia de sus creencias, de su moral, de los principios que necesitan regir su vida para que realmente pueda salir adelante, el futuro se puede percibir muy oscuro y sin esperanza.

No por dejarlo de ultimo pasa a ser de menor peso o importancia, mas bien, todo lo contrario. Suelo dejar como postre el desarrollo de la parte espiritual, pues justo de ahí de donde sale la verdadera semilla que brota los verdaderos principios morales y éticos que hacen florecer las mas nobles y loables personas. No le veo otro camino que el constante y perpetuo aprendizaje y evolución espiritual basada en los dogmas de la palabra del creador para que la lleve a buen termino.

La joven se llama Venezuela.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Calle ciega

 

En frente de mi casa hay lo que aquí llaman acá un cul-de-sac, en criollo, una calle ciega. En la esquina de su entrada hay una señal de tránsito que dice: No Outlet, es decir, que no hay salida.

Me parece que en muchas ocasiones cuando el ser humano es confrontado con situaciones en las que claramente no hay salida, lo natural es oponerse y crear resistencia. Otros dirían que nos revelamos a la realidad.

Analizando la calle, puedo observar que si la caminas si hay salida al fondo que da a otra calle, de hecho, si andas en bicicleta, patineta, patines si tienes salida. Si andas en auto es otra historia. Por más rabia que dé, el carro tiene que dar la vuelta y salir por donde entro. No importa lo que quieras, lo que te provoque, ni la situación ni las cosas de esa calle van a cambar. La realidad mera y cruda es que es una calle ciega, sin salida. Entender y aceptar la realidad es muy importante. Se puede vivir con menos decepciones.

Lo que se puede escapar fácilmente de esta situación es que cuando se da la vuelta, y sales por donde entraste, estás solucionando el dilema, y la verdad es que la calle siempre ha tenido una salida, esa misma por donde entraste. Solo te avisa que, si entras en ella y quieres seguir adelante por allí, no vas a poder, eso es todo.

Mi recomendación para esta semana, en frente a todas las calles ciegas que te enfrentes de ahora en adelante, da la media vuelta, sal por donde entraste y busca calles alternas que te lleven a donde quieres llegar.

jueves, 2 de septiembre de 2021

Me mudé para Marte

Ya harto del mal llamado planeta verde y de sus ocupantes, tome la decisión de mudarme para Marte.

Harto estaba de lo mal que manejan en las autopistas esos descerebrados que se atraviesan sin el mas mínimo respeto ni consideración. Asqueado estaba de las estupideces y sandeces que proliferaban en las redes sociales de gente pseudo-erudita tratando de esconder sus neófitas neuronas detrás de una supuesta sensibilidad extrema a cosas y personas que no le acontecen.
 
Esta decisión fue difícil y complicada por todas las cosas que implicaba. Pero mi grado de frustración era mayor a cualquier obstáculo sentimental o racional.

Una vez plantado sobre la arena rojiza de ese planeta fue cuando me percaté de todo lo que deshice sin saberlo ni planearlo.

No tenia que andar buscando casas que alquilar y mucho menos comprar. No había precios ni altos ni bajos, ni competencia, ni créditos ni prestamos. No había tiendas en donde ir a escoger muebles, ni pensar si la quería con piscina o sin. Lo mismo ocurría con los automóviles, ya se me había quitado la pendejada de presumir con autos lujosos, pues no tenia a nadie a quién presumir.
 
Una de las tantas maravillas de mudarse a un planeta despoblado e inhabitado es que sirve de lienzo en blanco (en este caso quizás rojo) para poder pintar lo que mas se apetezca. No hay reglas, no hay leyes. No hay parámetros.

Quizás con tiempo llegue a extrañar el océano, el agua tal como la conocemos. Los restaurantes con sus deliciosas comidas y bebidas. Hablando de bebidas, tuve que dejar el alcohol, muy sano para la biología de mi cuerpo, pero deprimente para mi vida emocional.

Habrá muchas personas que vaya a extrañar, y otras que quizás me extrañen, pero como todo es, todo pasa, y hasta las huellas se borran en la arena del tiempo. 

Confieso que es incómodo la falta de gravedad y de oxigeno. Pero después de haber vivido en el medio oeste de Estados Unidos uno se adapta a lo que sea. Allá era: ponte la franela, el suéter, la chamarra, la bufanda, el gorro, lo guantes, y después que pareces el muñeco de Michelin que no puedes ni caminar y mucho menos meter las llaves ni en la puerta de tu casa ni de tu automóvil, tienes que quitarte todo para no morir del calor en las calefacciones de las casas u oficinas. Acá ocurre algo similar con los cascos, el oxigeno y las benditas botas de peso.

Hablando de peso, acá no importa lo pesado que seas, y hablo de forma de ser y de apariencia física. La falta de gravedad afecta a todos por igual. Un milagro de la naturaleza marciana.

Razón tenia mi hermano cuando nos decía: “me voy a mudar y no le voy a dar la dirección a nadie”. Pues eso hice, y allá a todos esos que les debía, sobre todo a ese tío gringo famoso tan fastidioso. Que vaya a ver como me consigue en el planeta rojo.
 
Ya llevo unos meses viviendo en Marte, quizás mañana que ya es miércoles, me vuelva a mudar a otro planeta. El problema de las mudanzas es que nos llevamos todo con nosotros, incluidos a nosotros mismos.