sábado, 14 de enero de 2017

Deshojando la margarita


Siempre me ha fascinado el conocer y analizar la conducta humana. Me parece que Dios hizo seres fascinantes. Al mismo tiempo me intriga por qué pasamos por calamidades emocionales si estamos equipados con todo tipo de bendiciones diarias.

Por supuesto, como casi todo en la vida, no existe una sola respuesta para este tipo de inquietud. Parto del principio elemental que todos evitamos sentir dolor. Pregunto: ¿Quién, en su sano juicio, le gusta sentir dolor? Quitando la tentación de querer responder con psicopatías como los masoquistas, la verdad es que a prácticamente nadie le gusta sentir dolor, y hará lo que sea necesario para evitarlo.

Ahora, analicemos cuáles son las alternativas con que contamos para lograrlo; son infinitas, pero he aquí algunas conocidas: uso de substancias que alteren la conciencia, tales como las drogas, el alcohol, el sexo,  el sueño (mucho o poco) y otras cosas más creativas. Distraernos al sumergirnos en cosas sin mucho sentido aparente, ver mucha televisión, escuchar demasiada radio (música), pelear con las personas que queremos, juegos del azar, y pare de contar.

Otra forma más sofisticada, psicológicamente hablando, es crear dolencias y enfermedades que nos distraigan de lo que tratamos de vivir. He aquí en donde muchas personas se pegan del techo, preguntándose: ¿Cómo es eso que yo creo o genero mis propias enfermedades? Si y no, como todo. 
Yo apostaría a decir que sí, pues tu cuerpo es solo tuyo, de nadie más, y te guste o no, lo aceptes o no, en su gran mayoría, no por decir todo, está controlado por tu cerebro y tu mente. Así que tú lo creas a diario. Recuerdo haber leído hace más de una década un estudio científico que concluía que todas, lee bien, todas las células del cuerpo humano son reemplazadas al cabo de un periodo de cien días, es decir, que después  casi cuatro meses, tenemos un nuevo cuerpo, de paquete. Para que sigamos con las mismas dolencias o enfermedades, debemos permanecer haciendo, pensando y sintiendo exactamente lo mismo, sin cambiar, para que todas esas células nuevas desarrollen lo que tenían las anteriores. ¿Qué tal?

Para desarrollar cualquier tipo de dolencia, malestar o enfermedad, solo hay que permanecer en un mismo estado de pensamiento, sentimiento y emoción constante. Otros estudios científicos han demostrado en un sinnúmero de veces cómo emociones como la rabia, el rencor y el resentimiento están asociados con la enfermedad que conocemos como el cáncer. Solo aquellas personas que logran aprender a soltar y perdonar son capaces de sanarse y liberarse de esta condición despiadada. Es duro entenderlo y aceptarlo, pero la creación de Dios de nuestro organismo, pero sobre todo nuestra mente y cerebro, va más allá de nuestra humana comprensión; bien limitada, por cierto.

Permanecer en un estado de satisfacción, felicidad y regocijo continuo, toma el mismo tiempo y esfuerzo que estar deprimido o ansioso. Ninguno de estos estados se logran de un día para otro. Requieren de nuestra atención, perseverancia, energía y dedicación. Así que como comprenderás, depende de la decisión que quieras tomar, hacia donde quieras dirigir tu embarcación, hacia allá se dirigirá sin equivocación alguna.

Nuestro norte debe ser siempre Dios, el desarrollo de lo espiritual, entender de dónde venimos y hacia dónde vamos. Luego, ocuparnos de nuestra salud mental, física y emocional. Crear, desarrollar y sostener positivamente todas nuestras relaciones puede ser una de las aventuras más reconfortante, beneficiosa y sabia que podamos elegir vivir. Así que te invito a que comiences hoy mismo, desde ya, a dar ese giro en tu vida, decídete, muévete ya hacia tu propio destino. Defínelo con ganas, energías, como  propósito y pasión, y nos encontraremos allá, en donde el viento sopla despacio y acaricia el alma.

Hasta pronto.


©2017 Juan Ricardo Diaz