jueves, 2 de septiembre de 2021

Me mudé para Marte

Ya harto del mal llamado planeta verde y de sus ocupantes, tome la decisión de mudarme para Marte.

Harto estaba de lo mal que manejan en las autopistas esos descerebrados que se atraviesan sin el mas mínimo respeto ni consideración. Asqueado estaba de las estupideces y sandeces que proliferaban en las redes sociales de gente pseudo-erudita tratando de esconder sus neófitas neuronas detrás de una supuesta sensibilidad extrema a cosas y personas que no le acontecen.
 
Esta decisión fue difícil y complicada por todas las cosas que implicaba. Pero mi grado de frustración era mayor a cualquier obstáculo sentimental o racional.

Una vez plantado sobre la arena rojiza de ese planeta fue cuando me percaté de todo lo que deshice sin saberlo ni planearlo.

No tenia que andar buscando casas que alquilar y mucho menos comprar. No había precios ni altos ni bajos, ni competencia, ni créditos ni prestamos. No había tiendas en donde ir a escoger muebles, ni pensar si la quería con piscina o sin. Lo mismo ocurría con los automóviles, ya se me había quitado la pendejada de presumir con autos lujosos, pues no tenia a nadie a quién presumir.
 
Una de las tantas maravillas de mudarse a un planeta despoblado e inhabitado es que sirve de lienzo en blanco (en este caso quizás rojo) para poder pintar lo que mas se apetezca. No hay reglas, no hay leyes. No hay parámetros.

Quizás con tiempo llegue a extrañar el océano, el agua tal como la conocemos. Los restaurantes con sus deliciosas comidas y bebidas. Hablando de bebidas, tuve que dejar el alcohol, muy sano para la biología de mi cuerpo, pero deprimente para mi vida emocional.

Habrá muchas personas que vaya a extrañar, y otras que quizás me extrañen, pero como todo es, todo pasa, y hasta las huellas se borran en la arena del tiempo. 

Confieso que es incómodo la falta de gravedad y de oxigeno. Pero después de haber vivido en el medio oeste de Estados Unidos uno se adapta a lo que sea. Allá era: ponte la franela, el suéter, la chamarra, la bufanda, el gorro, lo guantes, y después que pareces el muñeco de Michelin que no puedes ni caminar y mucho menos meter las llaves ni en la puerta de tu casa ni de tu automóvil, tienes que quitarte todo para no morir del calor en las calefacciones de las casas u oficinas. Acá ocurre algo similar con los cascos, el oxigeno y las benditas botas de peso.

Hablando de peso, acá no importa lo pesado que seas, y hablo de forma de ser y de apariencia física. La falta de gravedad afecta a todos por igual. Un milagro de la naturaleza marciana.

Razón tenia mi hermano cuando nos decía: “me voy a mudar y no le voy a dar la dirección a nadie”. Pues eso hice, y allá a todos esos que les debía, sobre todo a ese tío gringo famoso tan fastidioso. Que vaya a ver como me consigue en el planeta rojo.
 
Ya llevo unos meses viviendo en Marte, quizás mañana que ya es miércoles, me vuelva a mudar a otro planeta. El problema de las mudanzas es que nos llevamos todo con nosotros, incluidos a nosotros mismos. 

3 comentarios:

  1. Ese es el problema, si tan solo pudieramos dejarnos a nosotros mismos cuando nos mudamos, sería maravilloso.

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  2. Y lo que Fabiola me comenta: la grama del vecinos es siempre más verde.

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