Siempre me ha fascinado
el conocer y analizar la conducta humana. Me parece que Dios hizo seres
fascinantes. Al mismo tiempo me intriga por qué pasamos por calamidades emocionales
si estamos equipados con todo tipo de bendiciones diarias.
Por supuesto,
como casi todo en la vida, no existe una sola respuesta para este tipo de inquietud.
Parto del principio elemental que todos evitamos sentir dolor. Pregunto: ¿Quién,
en su sano juicio, le gusta sentir dolor? Quitando la tentación de querer
responder con psicopatías como los masoquistas, la verdad es que a prácticamente
nadie le gusta sentir dolor, y hará lo que sea necesario para evitarlo.
Ahora, analicemos
cuáles son las alternativas con que contamos para lograrlo; son infinitas, pero
he aquí algunas conocidas: uso de substancias que alteren la conciencia, tales
como las drogas, el alcohol, el sexo, el
sueño (mucho o poco) y otras cosas más creativas. Distraernos al sumergirnos en
cosas sin mucho sentido aparente, ver mucha televisión, escuchar demasiada
radio (música), pelear con las personas que queremos, juegos del azar, y pare
de contar.
Otra forma más sofisticada,
psicológicamente hablando, es crear dolencias y enfermedades que nos distraigan
de lo que tratamos de vivir. He aquí en donde muchas personas se pegan del
techo, preguntándose: ¿Cómo es eso que yo creo o genero mis propias
enfermedades? Si y no, como todo.
Yo apostaría a decir que sí, pues tu cuerpo
es solo tuyo, de nadie más, y te guste o no, lo aceptes o no, en su gran mayoría,
no por decir todo, está controlado por tu cerebro y tu mente. Así que tú lo
creas a diario. Recuerdo haber leído hace más de una década un estudio científico
que concluía que todas, lee bien, todas las células del cuerpo humano son reemplazadas
al cabo de un periodo de cien días, es decir, que después casi cuatro meses, tenemos un nuevo cuerpo,
de paquete. Para que sigamos con las mismas dolencias o enfermedades, debemos
permanecer haciendo, pensando y sintiendo exactamente lo mismo, sin cambiar,
para que todas esas células nuevas desarrollen lo que tenían las anteriores. ¿Qué
tal?
Para desarrollar cualquier
tipo de dolencia, malestar o enfermedad, solo hay que permanecer en un mismo
estado de pensamiento, sentimiento y emoción constante. Otros estudios científicos
han demostrado en un sinnúmero de veces cómo emociones como la rabia, el rencor
y el resentimiento están asociados con la enfermedad que conocemos como el cáncer.
Solo aquellas personas que logran aprender a soltar y perdonar son capaces de
sanarse y liberarse de esta condición despiadada. Es duro entenderlo y aceptarlo,
pero la creación de Dios de nuestro organismo, pero sobre todo nuestra mente y
cerebro, va más allá de nuestra humana comprensión; bien limitada, por cierto.
Permanecer en un
estado de satisfacción, felicidad y regocijo continuo, toma el mismo tiempo y
esfuerzo que estar deprimido o ansioso. Ninguno de estos estados se logran de
un día para otro. Requieren de nuestra atención, perseverancia, energía y dedicación.
Así que como comprenderás, depende de la decisión que quieras tomar, hacia
donde quieras dirigir tu embarcación, hacia allá se dirigirá sin equivocación
alguna.
Nuestro norte
debe ser siempre Dios, el desarrollo de lo espiritual, entender de dónde
venimos y hacia dónde vamos. Luego, ocuparnos de nuestra salud mental, física y
emocional. Crear, desarrollar y sostener positivamente todas nuestras
relaciones puede ser una de las aventuras más reconfortante, beneficiosa y
sabia que podamos elegir vivir. Así que te invito a que comiences hoy mismo,
desde ya, a dar ese giro en tu vida, decídete, muévete ya hacia tu propio
destino. Defínelo con ganas, energías, como
propósito y pasión, y nos encontraremos allá, en donde el viento sopla
despacio y acaricia el alma.
Hasta pronto.
©2017 Juan
Ricardo Diaz