Acerca de este tema lo primero que me causa gracia
es que una cantidad nada desdeñable de la población católica piensa que son
pecados provenientes de la biblia, y nada más alejado de la realidad.
Los famosos pecados capitales salen de las enseñanzas
católicas en su catecismo, tomando forma doctrinal de Tomas de Aquino por allá
en el siglo XI para ser después catapultados a la fama por el escritor Dante Alighieri
en su obra la divina comedia en ese mismo siglo. Los pecados capitales son: la soberbia, la avaricia, la
envidia, la ira, la
lujuria, la gula, la pereza.
Recurro a ellos para reflexionar acerca del sobre
peso, que no estoy muy seguro si me acontece, me sucede, lo llevo encima o simplemente
es, pero lo cierto es que desde que gané unos cuantos (decenas) de kilos mis
familiares y amistades se dieron a la tarea de recordármelo a diario y a menudo.
Situación incomoda y fastidiosa que me llevó a la inquietud del por qué llama tanto
la atención y hasta pareciese molestar a los interlocutores del sobrepeso de otra
persona.
Creo que para varios de ellos quizás se trate de una
repulsión a la clara evidencia de falta de autocontrol y de disciplina,
entregado al pecado de la gula. Quizás
para otro tanto sea solo cuestión de apariencia física y de estética. Y para
unos pocos, contados con la mano de un manco, cuestiones de salud.
Esta misma reflexión se extendió inevitablemente
hacia su opuesto. Si la persona no tiene sobrepeso, sino mas bien está en su
peso ideal, y hasta mas allá de lo ideal, está deslumbrando a sus acompañantes con
el porte atlético resultado de largas horas diarias en un gimnasio, entonces
cabe la pregunta si eso puede considerarse que haya caído dentro del pecado de
la lujuria, debido a que al final
tanto narcisismo no puede llevar si no a eso.
Varias de las personas que no estén de acuerdo con
esta línea de pensamiento muy probablemente caigan en el pecado de la ira y dejen comentarios que así lo
demuestran, expresando no solo su carencia de concordancia, sino que también su
desmedida soberbia al estar
convencidos que su criterio abraza amorosamente a la verdad.
En el mismo orden de ideas, también puede llegar a
ser interesante observar como un grupo de personas que quieren llegar a
desarrollar su pecado de soberbia a través
de la acumulación de bienes materiales lujosos, exentos de verdadera valía, se apurruñan
de su avaricia para que venga el
grupo contrincante, siempre al otro lado de su línea financiera, con la
inevitable envidia de los logros de esos constructores de fantasías
e ilusiones sin percatarse que nunca pertenecerán a ese otro grupo por sufrir
del pecado de la pereza.
Luego de pensar y dar vueltas sobre una moneda en
este tema, me parece plausible acudir a la resolución general acerca de la
presencia oculta y visible de todos estos pecados en todos nosotros en nuestro
diario vivir. No conozco a nadie que no haya padecido y esté padeciendo de uno
y cada uno de estos pecados en sus diferentes matices, tamaños y colores. Y
como casi todo en la vida, son dinámicos, quiere decir en constante movimiento,
subiendo y bajando su intensidad a lo largo de la vida. Parafraseando a nuestro
Señor: “No critiques la paja que tiene tu hermano en el ojo, primero ocúpate de
la viga que tienes en el tuyo” y quizás también se le puede agregar: “con la
vara que midas serás medido”.
Así que, amigos, a vivir la vida, disfrutarla y
sacar lo mejor de si, sin mirar a los lados para poder tener más fuerzas para
las batallas personales e individuales que peleamos a diario con cada uno de
estos benditos pecados que no nos abandonan. Al final nos veremos triunfantes
al lado de nuestro salvador.