Me considero
un entusiasta de la tecnología, sin lugar a duda. Creo entender los atributos y
beneficios que trae a nuestro diario vivir, pero eso no me impide observar con
claridad sus posibles consecuencias negativas, dentro de las cuales se
encuentra la ansiedad.
Creo que podemos ser catalogados como una sociedad de alto consumo de tecnología y
nos hemos acostumbrado a la velocidad con la que se mueve; deseando todo para
ayer.
Si
recordamos, hasta no hace mucho, digamos unos cien años (y no de soledad),
apenas dos generaciones, si por ejemplo te querías movilizar de un continente
al otro solo había una opción, el barco a vapor, el cual tomaba meses en su travesía.
Ahora
nos toma unas cuantas horas, y deseamos fuese aún más rápido para “no perder
tanto tiempo” en esos trayectos. Ahora hasta ya podemos ir a la luna en cuestión
de días.
Todo
este avance tecnológico nos empuja y nos sumerge a estar apurados, a la recompensa
instantánea, es como si quisiéramos adelantarnos al tiempo lineal que conocemos,
y uno de los resultados inevitables es la generación intensificada de la
ansiedad en nuestra vida.
Pienso
que no es justo ni se le puede pedir más a nuestro sistema nervioso para que
responda de manera diferente frente a este bombardeo de información infinita,
acelerada e intimidante.
Es por
esto por lo que te invito a poner el pie en el freno de tu vida, a tomar un
descanso de la tecnología, aunque sea por unos minutos al día, sal a caminar, a
observar la naturaleza, apreciarla y agradecer su belleza y majestuosidad, a
respirar aire fresco. Y si te puedes dar una escapadita una vez a la semana a
un parque, una montaña, la playa, hazlo sin dudar, y no lleves contigo nada electrónico.
Tu sistema nervioso te lo agradecerá.