Después de leer a escritores y pensadores famosos me
deleita investigar sus vidas y trato de analizarlos psicológicamente y hasta espiritualmente.
Personajes tales como Freud, Nietszche o Jung tienen
varias cosas en común. Para comenzar vivieron en tiempos similares y la misma
cultura europea de la época. Los dos primeros confrontaban ferozmente la fe
religiosa y se declaraban ateos empedernidos, mientras Karl deambulaba entre
sus sombras espirituales.
Otra cosa interesante de sus vidas es que provenían
de familias de fe, y por lo menos dos de ellos presentaban enfermedad mental
severa. Se tiene creído que Frederich era bipolar y homosexual y Sigmund pudo
haber sufrido de manías inducidas por sus comportamientos adictivos como a la
cocaína y sexualmente mostraba una fuerte tendencia a la promiscuidad como
posible trauma de un abuso sexual en la infancia (quizás hasta incesto incluido).
No es la finalidad de este análisis, en ninguna
manera, criticar o juzgar sus condiciones ni sus preferencias sexuales, sino más bien observar detenidamente que estas personas que conocían y provenían de
familias con formación religiosa, conocieron las diferencias básicas entre el
bien y el mal, y era inevitable que se observaran a si mismo frente a ese
espejo de moralidad y quedar en evidencia lo distanciado que estaban del mismo.
Es mucho más fácil y hasta deseable para el hombre
negar la existencia de Dios que vivir subyugado a sabiendas de su prematura
perdición.
No solo queremos y deseamos apartarnos de los
designios de Dios, y ser rebeldes e irreverentes frente a su voluntad, sino que
también nos queremos sentir bien haciéndolo.
Si lees las biografías de escritures de envergadura
como Hemingway o el propio Goethe, y a pintores como Picasso o Dalí, todos
ellos acariciaban las torturas del sufrimiento humano y acudían seriamente a
disipadores de la razón como el alcohol y las drogas. El sexo era abierto y desinhibido
por lo que carecían de toda moral para hablar en contra de temas congruentes
(al igual que todos nosotros).
De este vuelo rasante por biografías de personajes
de nuestra historia universal se puede destacar que hemos sido influenciados y hasta
guiados por individuos tan perdidos como nosotros y varios de ellos
hasta decidieron acabar a su manera con el calvario al que llamaban vida.
Por todo lo expuesto me parece prudente deducir que detrás
de todo supuesto ateo o agnóstico hay una historia familiar de fe religiosa en dónde
los principios de la misma fue quebrantado repetidas veces por sus predicadores
y quizás una que otra experiencia de abusos y sinsabores que hacen pagar al
precioso mensaje del Creador por sus corruptos mensajeros.
El sufrimiento y el dolor desarrollan el intelecto,
y cuando el intelecto se desarrolla más allá de la norma se aísla o separa de
las emociones y del sentimiento. El sentimiento del amor es el
compás y la guía
de la vida espiritual y religiosa honesta, y al no poderlo sentir ni percibirlo
se puede construir una barrera en contra de la fe.
La fe nos pide que desarrollemos la inocencia del
pensamiento para aceptar las cosas que no podemos comprender con nuestro limitado
intelecto, mientras que este, por más pequeño y limitado que sea puede hacer
crecer el ego y la soberbia.
Sin juicio ni critica, solo observa los frutos de
las vidas de las personas que sigues, admiras o quieres y sabrás que tienen en
verdad en su corazón. No por esto se van a desestimar sus talentos y obras magistrales,
las cuales vistas desde el plano terrenal puedan ser dignas de elogio y admiración.
Me parece que los puntos importantes a realzar son
la humanidad sin divinidad de los personajes de la historia que admiramos y de
alguna forma seguimos, y que muchos de esos personajes se alejaron de Dios por
las razones equivocadas. La próxima vez que te encuentras con una persona que
diga que no cree, investiga un poco de su familia y de su pasado, de su relación
interpersonal con sus procreadores y de las experiencias “religiosas” tanto en
su infancia como en su familia y lo más probable sea que indagues por la
verdadera razón de su falta de fe en Dios, nuestro Creador.
Así que prestémosle atención a nuestros propios
frutos, nuestro verdadero legado, tanto terrenal como espiritual y podemos
hacer lo propio con los demás.