martes, 12 de noviembre de 2019

No tan libre albedrío



El tan renombrado libre albedrío viene a ser no tan libre como suena. Después de más de dos décadas estudiando y aprendiendo acerca del funcionamiento básico de la mente y del cerebro he llegado a la conclusión que nuestras conductas y decisiones están prácticamente predestinadas por nuestros aprendizajes neuronales.

Me explico: Desde la forma como pensamos hasta la manera en que actuamos viene dada por la configuración algorítmica en cómo y dónde se juntan (sinapsis) nuestras neuronas en el sistema nervioso, principalmente en el cerebro, elemento clave y en el tope jerárquico del sistema nervioso central. En otras palabras, no hay nada que pensemos, digamos o hagamos que ya no esté de alguna manera preconfigurado en nuestro sistema.

Este tipo de aprendizaje neurológico es bastante significativo, en el sentido que una vez formada la interconexión sináptica de las neuronas en juego, se van fortaleciendo día a día por cada repetición directa y/o indirecta del aprendizaje mismo. Suelo utilizar el ejemplo de aprender a montar bicicleta. Muy pocas personas pueden montarse la primera vez en una bicicleta y salir pedaleando de una vez sin tambalearse o caerse. Pero una vez superada la etapa del conocimiento consciente propuesta por Maslow, conocemos bien los resultados esperados. Vas a poder montar bicicleta sin problema alguno por el resto de tu vida, aunque pasen años entre una montada y la otra. Una vez que el cerebro aprende (léase interconecta las neuronas internamente para ejecutar la labor, en este caso, montar bicicleta) no puede desaprender, al menos que suceda algo contundente, como una experiencia traumática, ya sea a nivel psicológico y/o emocional o a nivel físico. Adicionalmente, mientras más monto la bicicleta y me atrevo a hacer cosas nuevas o diferentes (trucos) más se fortalece el aprendizaje neuronal llegando a desarrollar habilidades únicas y especiales. Todo aprendizaje puede ser tanto en lo positivo como en lo negativo, bien sean hábitos sanos o hábitos perjudiciales.

De esta misma manera todos los demás aprendizajes están “grabados” en ese sinfín de aros retroalimentados que llamamos la corteza cerebral y sus neuronas. De esta idea se desprende que prácticamente todo lo que hacemos y pensamos es consecuencia directa de todos esos aprendizajes previos, por lo que cabe la pregunta: ¿Cuándo tomo una decisión, realmente la tomo en plena libertad? O acaso todas esas creencias, aprendizajes, complejos y experiencias previas, por un lado, me limitan las posibilidades de escoger, y por otro lado, casi que me obligan el camino a tomar?

Creo entender que todo este asunto del libre albedrío tiene ramificaciones, secuelas y basamentos tanto filosóficos como teológicos, pero cuando se trata de algo tan personal, necesario e inevitable es mejor conocer e investigar.

Tal como dice el ya trillado dicho: “Todos los caminos conducen a Roma”. Casi todas mis reflexiones, por no decir todas, me llevan siempre al plano espiritual. Mi verdadero y único libre albedrío es reconocer a Dios como la fuente de todo, y en El encuentro esa libertad que el mundo (entiéndase la misma psicología, filosofía y demás ramas competentes en el tema) puedan jamás brindar.

Decía nuestro salvador Jesucristo en conversación con un grupo de judíos recién convertidos a cristianos por haber creído en él: “conocerán la verdad y la verdad los hará libre” (Juan 8:32). Mi verdad se encuentra en esas mismas palabras, y en quien las dijo. Creo entender que quizás no sea tu verdad, pero cuando encuentres “tu” verdad, esa misma verdad te hará verdaderamente libre y entonces quizás podrás decir que elegiste con albedrío.


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