El tan
renombrado libre albedrío viene a ser no tan libre como suena. Después de más
de dos décadas estudiando y aprendiendo acerca del funcionamiento básico de la
mente y del cerebro he llegado a la conclusión que nuestras conductas y
decisiones están prácticamente predestinadas por nuestros aprendizajes neuronales.
Me
explico: Desde la forma como pensamos hasta la manera en que actuamos viene dada
por la configuración algorítmica en cómo y dónde se juntan (sinapsis) nuestras
neuronas en el sistema nervioso, principalmente en el cerebro, elemento clave y
en el tope jerárquico del sistema nervioso central. En otras palabras, no hay
nada que pensemos, digamos o hagamos que ya no esté de alguna manera preconfigurado
en nuestro sistema.
Este
tipo de aprendizaje neurológico es bastante significativo, en el sentido que
una vez formada la interconexión sináptica de las neuronas en juego, se van fortaleciendo
día a día por cada repetición directa y/o indirecta del aprendizaje mismo.
Suelo utilizar el ejemplo de aprender a montar bicicleta. Muy pocas personas
pueden montarse la primera vez en una bicicleta y salir pedaleando de una vez
sin tambalearse o caerse. Pero una vez superada la etapa del conocimiento
consciente propuesta por Maslow, conocemos bien los resultados esperados. Vas a
poder montar bicicleta sin problema alguno por el resto de tu vida, aunque
pasen años entre una montada y la otra. Una vez que el cerebro aprende (léase
interconecta las neuronas internamente para ejecutar la labor, en este caso,
montar bicicleta) no puede desaprender, al menos que suceda algo contundente,
como una experiencia traumática, ya sea a nivel psicológico y/o emocional o a
nivel físico. Adicionalmente, mientras más monto la bicicleta y me atrevo a
hacer cosas nuevas o diferentes (trucos) más se fortalece el aprendizaje
neuronal llegando a desarrollar habilidades únicas y especiales. Todo
aprendizaje puede ser tanto en lo positivo como en lo negativo, bien sean hábitos
sanos o hábitos perjudiciales.
De esta
misma manera todos los demás aprendizajes están “grabados” en ese sinfín de
aros retroalimentados que llamamos la corteza cerebral y sus neuronas. De esta
idea se desprende que prácticamente todo lo que hacemos y pensamos es consecuencia
directa de todos esos aprendizajes previos, por lo que cabe la pregunta: ¿Cuándo
tomo una decisión, realmente la tomo en plena libertad? O acaso todas esas
creencias, aprendizajes, complejos y experiencias previas, por un lado, me
limitan las posibilidades de escoger, y por otro lado, casi que me obligan el camino
a tomar?
Creo
entender que todo este asunto del libre albedrío tiene ramificaciones, secuelas
y basamentos tanto filosóficos como teológicos, pero cuando se trata de algo
tan personal, necesario e inevitable es mejor conocer e investigar.
Tal
como dice el ya trillado dicho: “Todos los caminos conducen a Roma”. Casi todas
mis reflexiones, por no decir todas, me llevan siempre al plano espiritual. Mi
verdadero y único libre albedrío es reconocer a Dios como la fuente de todo, y
en El encuentro esa libertad que el mundo (entiéndase la misma psicología, filosofía
y demás ramas competentes en el tema) puedan jamás brindar.
Decía
nuestro salvador Jesucristo en conversación con un grupo de judíos recién convertidos
a cristianos por haber creído en él: “conocerán la verdad y la verdad los hará
libre” (Juan 8:32). Mi verdad se encuentra en esas mismas palabras, y en quien
las dijo. Creo entender que quizás no sea tu verdad, pero cuando encuentres “tu”
verdad, esa misma verdad te hará verdaderamente libre y entonces quizás podrás
decir que elegiste con albedrío.
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