Recuerdo
que al principio de los años noventa serví como profesor de un instituto
universitario en mi ciudad natal como profesor de Economía I y II. Aunque no me
sentía muy cómodo con los temas, llegué a entender la economía desde un contexto
conocido para mí, la psicología. La economía puede ser vista como la psicología
del mundo financiero. Es un estudio sociológico de las consecuencias y acciones
del mundo económico. Y definitivamente, las emociones que mueven a las personas
a cargo de la economía influyen enormemente en su desarrollo y desempeño.
Creo que
el sistema capitalista de libre mercado, promovido en primeras instancias por
Adam Smith en su obra Las Riquezas de las Naciones en el siglo XIX, puede llegar
a ser uno de los mejores sistemas. Pero como todo, tiene unas deficiencias considerables.
Habría que halar un poco el hilo de un sistema un poco más inclinado a la sociedad
común, dentro del sistema capitalista con la finalidad de mejorarlo. Lo que me
refiero con esto es que se puede invitar a los protagonistas activos de la economía
mundial a que comiencen a ver y a percibir al resto de mundo económico, incluida
la población mundial, con ojos más compasivos y misericordiosos, menos egoístas
y/o avariciosos.
Si analizamos
un poco las grandes empresas, es muy fácil confundir entre la razón primordial
de su existencia y la rentabilidad de esta para sus socias y accionistas. Pongo
un ejemplo: Facebook en su esencia existe para conectar al mundo. Es la más
grande plataforma de conexiones sociales del mundo. Desde su advenimiento como
empresa pública, a sus acciones poco les importa si sigue conectando a personas
alrededor del mundo o no. Ellos quieren los mejores dividendos para su inversión.
Es comprensible, pero fácilmente convertible en una cacería salvaje. Se empuja
a los dueños y administradores a enfilar sus iniciativas a aumentar la
rentabilidad, y se separan de su misión real y original. Y este es un ejemplo
soso.
Otro
ejemplo aún más palpable es el de las empresas farmacéuticas. Manejadas por
abogados y empresarios, realmente les importa muy poco la salud de sus clientes.
Ellos quieren enriquecerse y asegurar que sus accionistas reciban lo que
esperan y más. Igualmente, las empresas de seguro de salud, los hospitales y
las clínicas, todo lo empresarial se ha convertido en una carnicería humana por
el rendimiento económico, olvidando su esencia y razón de existencias. Todas
estas empresas deben ser manejadas por profesionales calificados del medio y
gremio correspondientes y deben ser vigilados sus fondos por la parte judicial
del gobierno. Todas estas empresas tienen que pasar al lado de las organizaciones
sin fines de lucro. No pueden ser generadores de lucro si sus objetivos son
salvar y sanar vidas humanas.
Yo creo y pienso
que un grupo de expertos con principios y moral en alto, junto a gobernantes
con verdadera vocación de servicio pueden poner a andar un plan económico piloto
que demuestra que esta utopía es posible en el mundo civilizado.
La gran mayoría
de las personas poseemos dones y talentos naturales, pero definitivamente no son
los mismos. Hay personas que nacen con el don de hacer y multiplicar sus
finanzas con el mínimo esfuerzo, pues comprenden intrínsicamente sus leyes y reglas
y las siguen, las hacen trabajar para ellos a su conveniencia. Este grupo de
personas no sobrepasa el siete por ciento de la población mundial. Es decir,
este don es exclusivo. A este grupo de personas va dedicado este escrito.
Al pensar acerca
del porque se quiere amasar riquezas, se plantea la interrogante: ¿Por qué si
cabes perfectamente en una buena casa, bien ubicada de mil pies cuadrado, te construyes
una de veinte mil pies cuadrados? ¿Para demostrar poder? ¿Para asegurar el
porvenir con propiedades? La razón que sea (léase excusa) no va a ser
suficiente para responder la inquietante verdad que esconde. Avaricia pura.
No mal
interpreto, la avaricia es común y parte de la raza humana. Todos, en alguna
manera de un determinado grado, la poseemos. El problema es cuando se concentra
en grandes proporciones en los ya mencionados talentosos financieros o alquimistas.
La idea
planteada invita a las personas talentosas en generación de masas fortunas a
que cedan parte de sus talentos a las masas (noventa y tres por ciento de la población
mundial) en forma de generación de empleos, recursos económicos que puedan ser
de fácil acceso y bajo costo para esa gran mayoría. En ningún momento se pide
que regalen nada. Solo que pongan a trabajar sus dividendos extraordinarios al
beneficio de la comunidad.
Los
intereses de grandes corporaciones entran en pánico frente a propuestas como
esta. Empresas que se dedican a construir carros de lujo, barcos, aviones,
mansiones, restaurantes de lujo, hoteles, todas esas empresas no quieren que la
riqueza se distribuya equitativamente. Hasta cierto punto tienen razón. La riqueza
no puede ni debe ser repartida por igual. La persona que sabe producir y administrar
sus riquezas tiene derecho a vivir de ellas y vivir bien. Ahora, lo que pierde
sentido el que lo malgaste en vanidades.
Es mi
parecer que estas personas pueden poner un techo económico autoimpuesto.
Digamos un millón de dólares al año. No importa el nivel de producción financiera,
ninguna persona puede ganar más de un millón de dólares americanos al año en ninguna
parte del mundo. El que lo gane va a estar por encima de la gran mayoría, con
acceso a prácticamente a todo, pero no caerá en la avaricia de adquirir
frivolidades sin sentido. El restante de sus ingresos los reinvierte en ayudas
comunitarias.
Las ayudas comunitarias deben estar orientadas a la generación de
empleos útiles y producción de bienes necesarios, construcción y demás áreas para
mejorar la calidad de vida.
Los
porcentajes de ganancias se puede estipular poniendo un máximo. Por ejemplo, no
se permite hacer usufructo de un veinticinco por ciento de margen sobre ningún producto
y/o servicio. Márgenes mayores a este porcentaje solo representaría una
despiadada sed de avaricia y trabaja en detrimento de las clases no tan
favorecidas.
La persona
que holgazanee no puede tener derecho a nada. Solo aquel que trabaje y gane dignamente
tiene derecho a beneficios de salud, vivienda, comida aprecios asequibles. El enfermo
también mientras le dure su condición y las personas que lo cuiden pueden tener
derecho a todas las bondades del sistema económico.
Quiero
proponer un sistema económico novedoso, justo y equilibrado. En ningún momento
igualitario, pero tampoco con la brecha inmensa del capitalismo puro.
Invito a
los expertos en el tema a que comenten a este respecto.
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