jueves, 7 de mayo de 2020

Reputación, Reconocimiento y Voz Interior


Tal como lee la letra de la canción de Arjona: “tu reputación son las primeras seis letras de la palabra”, en ocasiones se puede sentir de esa manera. La reputación está basada en la opinión que tienen los demás de ti. Como tal, es decir, como cualquier otra opinión, es solo eso, un pensamiento, una conclusión, la cual puede estar basada en la realidad o en una mentira. Es una mera percepción de alguien. La reputación no puede ni debe representarte.

Lo que realmente es importante es la opinión que tienes de ti mismo. Para los que creemos en Dios, su opinión viene primero. Esas dos opiniones son las importantes. Y hasta ambas pueden estar erradas porque nuestros pensamientos pueden estar afectados por nuestra propia percepción, como posible consecuencia de baja autoestima o simple pensamiento negativo.

Para despejar dudas, lee en la Palabra con Dios opina de ti. Quedarás maravillado y extasiado de su inmenso e infinito amor. Luego revisa de que manera en que te hablas y reaccionas cuando cometes errores y fallas. Haz una lista de todas las cosas maravillosas que tienes como ser humano, como Hijo de Dios. Apréndetelas de memoria y recítalas a diario frente al espejo, créetelas, vívelas, y cuando ya las sientas como tuyas, puedes comenzar a prestarle atención a tus opiniones y pensamientos positivos.

Lo que definitivamente nos puede enmarcar en esencia, aparte de nuestro origen celestial, es el carácter que hemos formado a través de los años y las experiencias. Nuestra personalidad innata también entra en juego. Pero todas estas cosas realmente definen como nos compartamos frente a la vida y a los demás, de cuál madera estamos hechos.

Esto no implica en ninguna manera o forma que siempre debemos responder de determinada manera, y mucho menos que “tenemos” que ser perfectos. Se trata más de dejar el todo por el todo en el terreno, demostrándonos a nosotros mismos y a Dios que siempre estamos haciendo lo mejor que podemos. Si no lo hacemos bien o mejor, es porque en ese momento no sabemos cómo hacerlo, y eso está bien. No tenemos que saber en ese momento, y podemos aprender después.

Aunque nos guste y dispare los centros en el cerebro de placer el hecho de recibir reconocimiento del exterior, el único reconocimiento que necesitamos es el de Dios y el propio. Los otros vendrán por mera consecuencia del primero. Si viene, bien, y si no, también.

A este respecto, ponte a pensar, puede ser muy peculiar cuando le ponemos atención a las voces que nos hablan internamente. Pero es aún más interesante si entendemos la posición o prioridad que le damos a cada una de ellas.

En muchas ocasiones podemos estar prestándole más atención de lo ideal a las voces de las demás personas antes que a la nuestra, e inclusive, antes que a la voz de Dios dentro de nosotros, que es la verdadera voz que nos guía.

La consecuencia directa de tener ese orden es que vamos a reaccionar con rabia y frustración. Muy probablemente no nos guste o no estemos de acuerdo lo que nos dicen los demás, por mejores intenciones que tengan y por más que los amemos y nos amen, pero sus ideas y opiniones pueden ir en contra de nuestros verdaderos deseos. Nos da rabia por el simple hecho que muy dentro de nosotros sus voces tienen prioridad a nuestra propia voz interior. Esto quiere decir que le hacemos caso primero a lo que ellos opinan delante de nuestros propios gustos y deseos. Y allí mismo, muy dentro de nosotros mismos está nuestra voz interna sintiéndose aislada, menospreciada y muy poco querida y valorada. Es probable que internamente nos sentimos mal con nosotros mismos porque sabemos que no nos estamos dando el puesto que nos merecemos.

Si existe tal cosa como una organización ideal de las voces quedaría algo así:

1.          La voz de Dios
2.          Nuestra voz interna
3.          La opinión de nuestros seres queridos

Espero que esta reflexión haya calado profundo en tu corazón, y cuando te enteres de tu propia reputación ya no sean las primeras letras de esa palabra, te des tu propio reconocimiento y escuches tu propia voz antes que la de los demás.

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