Imagina que existe un termómetro de mercurio invertido entre tu corazón y tu cerebro. Dentro contiene el mercurio que mide la “temperatura” que existe entre ambos. A medida que el mercurio se acerca al corazón la temperatura sube y se pone más “caliente”. Lo inverso aplica.
Esta metáfora
explica un fenómeno psicológico y emocional que vivimos a diario desde que
nacemos. Estoy convencido que desde el mismo momento en que comenzamos a interactuar
con otros seres humanos, venimos desde el corazón, queriendo decir que somos más
proclives a amar y ser amados. Las experiencias traumáticas, traiciones y
decepciones van haciendo que ese termómetro comience a bajar la temperatura y
se vaya hacia el cerebro, la mente, a través de la intelectualización de los
eventos.
Como
creemos haber sido heridos, sea real o no, buscamos un mecanismo de defensa que
detenga el dolor y el daño causado llevando todo a la razón. Eso hace que nos
alejemos de los sentimientos, evitando sentir y es justa allí cuando el corazón
se comienza a enfriar y deja de sentir.
Calero
esta, toda esta estrategia es mera ilusión. La verdad es que, si seguimos sintiendo
y todo eso se va colando a través de nuestro ser, convirtiéndose o transformándose
en otras cosas. Podemos comenzar a somatizar enfermedades físicas, problemas
mentales y alejamiento espiritual, es decir, nos alejamos de la vida espiritual.
La idea de
todo esto es que podamos desarrollar la habilidad de reconocer nuestro termómetro
y aprender a medir esa temperatura. Lo ideal es que este más cerca del corazón
que del cerebro, aun a pesar de los riesgos (al dolor) que eso conlleve. Creo
que es preferible aprender a vivir con cierto dolor que a vivir sin amor en
nuestro corazón.
Estoy
convencido que las personas que se dedican a hacer el mal la mayoría del
tiempo, sin importarle a los demás es porque fueron heridos, no sanaron esas
heridas y eligieron enfriar sus corazones para no volver a sentir dolor y ahora
pagan y pagamos las consecuencias de esa decisión.
Si me
preguntas: “¿Cómo puedo mantener el mercurio en temperaturas más cálidas, cerca
de mi corazón?” Relativamente fácil. Primero, acércate a Dios y a su inmenso
amor y misericordia. Lee su Palabra diariamente y dale permiso a su amor a que
entre en tu corazón. La Palabra de Dios tiene la fuerza y el poder de cambiar
tu temperatura interna, de acercarte al amor, recuerda que Dios es amor, y en
donde esta Dios, no hay temor.
Después puedes
hacer ejercicios de perdón. Piensa en todas la persona y situaciones que creas
te hayan causado cualquier daño y dolor y ve liberándote de cada una de esas
experiencias a través del perdón. Perdonar es dejar ir el deseo de malestar
hacia esa persona que creemos nos hizo daño. Al perdonar, le damos permiso a
que no le vaya mal o le ocurra algo similar o peor a lo que nos hicieron, todo
lo contrario, le deseamos el bien. Podemos recordar lo ocurrido, pero sin
dolor, sin emoción. Al perdonar, que solo viene del corazón, del amor, de Dios,
estamos entrando a la zona cálida de la vida, a vivir en el amor de Dios.