Esta
entrega se la dedico a mi país Venezuela y a todos los venezolanos. Después de más
de dieciséis años calándonos docenas de elecciones en donde el CNE hacía de la
suya otorgando elecciones al gobierno ganando o no, se dio el milagro que el
pueblo entero se cansó de tanto despilfarro, charlatanería, falsas promesas, y
todas las demás cosas que solo el pueblo conoce en primera persona.
Cuando la
noche del seis de diciembre estaba a la espera de la desalmada de la señora Lucena,
a quien no le deseo ninguna feliz navidad, estaba más que convencido que una
vez más ese organismo corrupto iba a hacer de las suyas y anunciar la fatídica frase
de los resultados irreversibles, me quedé boquiabierto escuchando, como una
Tibisay incómoda y dislocada comunicaba al país el mejor aguinaldo posible. La oposición
ganó, y no solo ganó, sino que avasalló.
Te confieso
que me equivoqué, tal como la predicción de uno de mis hermanos del alma, a
quien escucho bastante en estos temas porque suele estar bien informado y es de
cabeza fría. Pero esta vez el error lo reconozco con una gran sonrisa en mi
cara, y no la puedo borrar, tal como leí por ahí, mi sonrisa es irreversible.
El pueblo
venezolano me eriza al escuchar el himno nacional: ¡Gloria al bravo pueblo! Me demostró
que lo imposible no existe en un pueblo destinado a ejercer sus derechos y
poder. Si el gobierno actual, el cual tiene sus días contados, se le ocurre
hacer algo estúpido (una raya más para un tigre), se va a encontrar con más del
70% de la población, estimo unas veintiún millón de personas, a las cuales tendrían
que matar con ejercito prestado porque no les van a alcanzar las balas.
Así que
desde ya celebro el triunfo de la democracia en mi bello país, súper orgulloso
de su gente, agradecido a Dios por todos los favores concedidos y a la espera
de la liberación de todos los presos políticos, muy especialmente a nuestro próximo
presidente, junto a nuestra próxima primera dama, van a construir la Venezuela
que Colón descubrió, bella, hermosa y poderosa.
Nos queda
un largo camino por recorrer, pero que diferente va a ser todo, con un nuevo
gobierno consiente del daño causado por su predecesor y con la experiencia de
haber vivido las consecuencias del desinterés mancomunado de un pueblo dormido
por la desidia popular.
Ahora los venezolanos
estamos unidos (cabe la oportunidad para proponer la vuelta al nombre: Estados
Unidos de Venezuela) enfocados en construir un gran país, capaz de sacar de sí
mismo lo más preciado de nuestro terruño. Tenemos una tierra hermosa, una población
increíble, todos hacemos de Venezuela una gran nación, mas allá de un
territorio, un sentimiento que nos une en su construcción.
He vivido
los últimos quince años de mi vida en los Estados Unidos de América y he aprendido
mucho de este gran país, pero también he caído en cuenta que mi país es y siempre
será Venezuela. Que tenemos el potencial enorme de hacer las cosas bien y
llevar a nuestra Venezuela a una primera potencia mundial, más en calidad de
vida, calidad de gente de invenciones y creatividad. Lo tenemos todo, asi que
cada uno de nosotros pongamos nuestro granito de arena para desplegar una playa
inmensa en nuestra tierra natal. ¡Viva Venezuela Libre!
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