martes, 1 de diciembre de 2015

Líbrame de las tentaciones



Hoy caí en cuenta algo que sabía sólo intelectualmente, pero no lo había sentido en mi corazón hasta ahora. Es la fuerza de la voz del niño interno. Las palabras de San Pablo en la carta a los Romanos, capítulo 7, versículos del 15 al 20, retumban en mi cabeza:

“15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.”

Y me pregunto: ¿Acaso te ha pasado algo parecido? ¿Estas palabras logran el mismo efecto que tienen en mí hoy? De ser afirmativa tu respuesta te invito a que compartas conmigo tus pensamientos, ideas, experiencias y opiniones aquí en mi blog. No sé si a ti, pero a mí me encanta dialogar de cosas triviales y de cosas profundas, pero que siempre la conversación deje algo para ambos.

Ya a mi edad pienso que moriremos con esa lucha interior, entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo deseado, que en muchas cosas puede ser incorrecto o no apropiado. Si dejo salir mi instinto a rienda suelta, quien solo desea satisfacerse constantemente, con la retórica de la gratificación inmediata, son más los problemas que van a acarrear en mi vida y sus vicisitudes, que los momentos de dicha y felicidad.

Dice el dicho” Más sabe el diablo por viejo que por Diablo”, hoy lo quiero cambiar a: “Más sabe la sabiduría infinita de Dios en su amor y por su amor que cualquier raciocinio lógico humano”. No importa que tantas negociaciones internas lleguemos, que nos traten de convencer que hay que vivir la vida que nos plazca, una y otra vez Dios deja al descubierto que sus consejos son los más sabios.
El placer local e inmediato deja sensación agradable y placentera a corto plazo, pero en muchas ocasiones olor a cianuro y a muerte a largo plazo. Mientras que el postergar o hasta veces descartar ciertos “placeres” dejan ese sabor amargo en la boca al principio, pero se convierten en dulce miel en nuestros labios con el pasar del tiempo, en donde se logra cosechar verdaderos frutos de nobleza, bondad y benignidad.


En ningún momento pretendo decir que no hay que darle cabida al placer, pues pienso que fue Dios mismo quien lo creó para nuestro beneficio y su gloria, pero es el enfocarnos constantemente en ese placer y convertirlo casi en un dios lo que nos puede acarrear nefastas consecuencias.


La reflexión de hoy es más inclinada hacia hacer lo bueno, lo prudente, lo sabio, y no dejarse llevar por las bajas pasiones que hasta ahora han querido manejar la vida. Para unos puede ser la comodidad, la holgazanería, para otros los lujos o el poder, para otros el sexo o la comida, pero definitivamente todos tenemos nuestro talón de Aquiles, por alguna pata cogíamos, y más nos vale reconocerla, para poderla dominar y encaminarnos a vivir verdadera vida placentera, llena más de dicha y felicidad que de infortunios y malos ratos.


Juan Ricardo Díaz

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