Cuando Dios
creó el universo lo hizo con el poder de su palabra. Aunque pudo haber escogido
cualquier otro método, utilizó su palabra para crear, dejándonos el legado que
lo que decimos tiene poder. Lo que sale por tu boca tiene el poder de construir
o destruir.
Estas
palabras tienen sentido, aun así cuando nos encontramos en el medio de un
torbellino emocional, digamos un ataque violento de rabia, todo este sentido se
va para el fondo de la fosa del supuesto
sentido común, y perdemos toda noción del poder de la palabra. Habrán unos que
se arrepientan luego, otros no, pero la herida queda grabada cual mal tatuaje
en la piel del corazón.
Esta reflexión
se las hago en medio de uno de esos torbellinos, en donde le dije cosas muy
hirientes a una persona que amo, solo por el hecho de que estaba con mucha
rabia por su comportamiento. Yo soy uno de los que se arrepienten, pero créanme,
desde ésta perspectiva, poco valor tiene el arrepentimiento para esa persona,
pues la herida ya está hecha y es engorroso y complicado sanar ese tipo de
heridas emocionales.
Cavamos nuestra
propia tumba “relacional” cuando le damos rienda suelta a nuestras emociones negativas
a florecer en el medio del espectáculo. Es mejor practicar diariamente, a través
de la oración, la meditación, respiración y todas las demás herramientas que
contemos, sobre todo la herramienta del perdón a través del amor para que
tengamos la fortaleza de poder vencer la tentación de destruir con nuestras
palabras las relaciones que más nos importan.
La reflexión
de este día es breve, pero espero de corazón que haya dejado la buena semilla
del buen discernimiento, la cual florecerá en los momentos más propicios, permitiéndonos
construir una vida más plena y satisfactoria, y sobre todo, que le de gloria a
Nuestro Creador.
Juan
Ricardo Díaz
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