Pienso que
primero hay que recorrer la arquitectura de lo que conocemos por angustia.
Cuando la preocupación crece y se sale de control pasa a ser un estado de
angustia.
Todas las
emociones secundarias como la preocupación, la angustia o la ansiedad están basadas
en la emoción básica del miedo. El miedo se dispara por pensamientos contantes
de amenazas. Estamos convencidos que algo o alguien amenaza nuestra integridad
o la de un ser querido. Eso activa la respuesta neurológica de correr o atacar.
El organismo se prepara para la acción y eso causa todo lo que se siente
durante el miedo. Peor aún, en ocasiones, se puede pensar que la vida corre
peligro.
El miedo se
puede considerar como una emoción positiva solo si se conoce, reconoce y maneja
debidamente. El miedo está instalado en el sistema nervioso como mecanismo de protección
y supervivencia. Esta diseñado para salvar la vida en situaciones de peligro.
Pero la mera verdad es que en la mayoría de los casos en las que se dispara el
miedo, dicha amenaza no es real, solo está en los pensamientos (imaginación).
Mi recomendación
personal para las personas que sufren de angustia constante, estresados con o
sin razón, o los preocupados crónicos es que sigan los siguientes pasos:
1) Reconoce qué o quién te está amenazando. Si la amenaza es real, entra en acción
para remediarla (de estar a tu alcance). De lo contrario, busca ayuda para resolverlo.
2) Entiende y acepta lo que estás sintiendo.
Está bien sentir miedo, preocupación y/o angustia. Lo que no está bien es no
hacer nada al respecto. El miedo crónico causa enfermedades crónicas. No es
saludable.
3) La respiración profunda, medida y
controlada permite retomar control del cuerpo y sus reacciones viscerales. Al
respirar profunda y rítmicamente, le proporcionas mayor oxigenación a la sangre,
por ende, al cerebro. Te permite pensar y reaccionar con mayor claridad.
4) Conviene entender la forma como
funciona el cerebro al momento de sentir miedo. Dispara la amígdala cerebral,
avisando que algo anda mal o es peligroso. Esto activa a su vez todos los demás
mecanismos neurológicos para atender dicha situación. La mente comienza a generar
posibles escenarios, con la fuerte tendencia de imaginar los peores
(pensamientos catastróficos) con la finalidad de prepararte hasta para el peor
de los escenarios.
5) Una vez identificados esos
pensamientos negativos repetitivos (hasta catastróficos), no luches contra
ellos pues les puedes dar más fuerza y energía. Reconócelos y acéptalos. Luego
ponle un nombre burlón a esa voz que te está hablando desde adentro, esa misma
voz que te está tratando de asustar dramatizando los eventos. Por ser hispano y
por pertenecer a la generación de las novelas, yo la llamo “Lupita Ferrer” (a
buen entendedor, pocas palabras).
6) De ahora en adelante, cada vez que
esa voz intente alarmarte, la llamas por su nuevo nombre y le dices: “(Nombre
que escogiste) ya te escuché, entiendo que me estás tratando de ayudar. Pero ya
no hace falta que insistas. Elijo no escucharte y hacer lo que tengo que hacer
para remediar esta situación” La idea es aprender a hablarle a esa voz hasta
domarla.
7) Si lo que te amenaza escapa de tu
control, aprende a confiar. Pregúntate: ¿En quién y en qué puedes confiar? Si
crees en Dios, ahí ya tienes la primera respuesta. Comienza a orar con fe, sin
demoras. Luego puedes confiar en la vida, en el universo, en el ritmo de las
cosas, en tu familia, tus amigos, en las fuerzas del orden, y no por estar de
ultimo es menos importante, en ti.
8) Si lo que te amenaza está dentro de
tu control, crea un plan específico de acción. ¿Cuáles son esos pasos detallados
que tienes que dar para poder solventar, arreglas o cambiar la situación? Busca
información relacionada al tema, consulta con profesionales y expertos.
Espero que
estos pasos colaboren a ponerle fin a la intensidad de la angustia, o por lo
menos minimizar su efecto negativo en tu vida.