martes, 14 de abril de 2020

Dentro del túnel



En medio de un sueño, soñaba. Soñaba que caminaba dentro de un túnel, lucía infinito. Como siempre, se vislumbraba una tenue luz al final. Esa luz cambiaba de colores. Se hacia más grande, pensado que me acercaba la final, para luego reducir su tamaño y comprender que todavía faltaba mucho.

El camino era angosto, a veces lúgubre, había espacios iluminados y otros de colores llamativos. La caminata parecía sacada de una película estática. Si había un movimiento era el desplazamiento constante hacia el final del túnel.

Había muchos pasos que me cansaban. De repente se me olvidaba que caminaba, sin el mas mínimo esfuerzo. Me preguntaba que fuese de mis ojos si estuviesen en mis pies en lugar de la cabeza. Quizás se nos puso en el tope del cuerpo para que la perspectiva sea positiva.

Cuando prestaba atención a los sonidos, nada sonaba, había silencio, excepto el constante chillido en mis oídos. Cuando me distraía sonaban melodías conocidas, cambiaban de ritmo.

En oportunidades el cuerpo quería moverse al son de la música. En otras oportunidades el cuerpo solo quería descansar el largo trayecto transitado. Cansancio con hastío, unidos desfallecía. Eufórico y dinámico, me levantaba y corría. De eso solo quedaba siempre el cansancio indómito.

Las paredes circulares del túnel parecían moverse, en sentido de las agujas del reloj, rotaban despacio, llenándose de luces multicolores. Mareado quería vomitar. Cerré los ojos y respiré profundo. Al abrirlos de vuelta, el movimiento se había detenido, estático, frio. Los colores fueron suplantados por grises oscuros. Siento miedo.

Pasaban los segundos, parecían días, semanas, meses. Seguía caminando rumbo al infinito. La luz trémula del final me encandiló. Acababa de cambiar de color, al blanco, a la nieve, me tranquilizó. Las paredes del túnel se derrumban, cual bloques de las pirámides en estampida. Logro ver el cielo claro, sol radiante, nubes colgando con formas de gallinas y de elefantes. Un pasto de un verde inolvidable que no extraña el verano.

Las flores renacen, se pintan de colores, se siente una leve brisa acariciando la piel. Hay serenidad, estoy en paz. Una calidez hogareña penetra mis entrañas. A lo lejos un señor me sonríe y me invita a abrazarlo. Sonrío maravillado. Me despierto. Vuelvo a sonreír. El túnel se ha acabado.

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