viernes, 17 de abril de 2020

Pare de sufrir


En gran parte de los Estados Unidos (la parte hispanoparlante) y de Latinoamérica es bien conocida la frase “Pare de sufrir”. Es casi un slogan acuñado por la iglesia cristiana brasilera. Es ese tipo de iglesias que prometen lo imposible con tal de ordeñar a sus fieles hasta que quedan secos.

Soy cristiano, esa es mi fe, pero de ninguna manera apoyo ni comparto las estafas de miles de iglesias “cristianas” como esas que solo están para enriquecer a sus pastores y seguidores cercanos. En este momento de pandemia, en donde la humanidad necesita mas que nunca acercarse a Dios, desarrollar su vida espiritual, hay que mantenerse bien lejos de ese tipo de pseudo iglesias y pastores. Lo más anecdótico de esto, es que ellos siempre ofrecen curas y sanaciones y ahora que los necesitan, no aparecen por ningún lado y los que están no curan a nadie. Interesante.

Pero la idea de escribir acerca del pare de sufrir es desde una verdadera perspectiva espiritual es que el sufrimiento solo se va a detener cuando dejemos de existir. Solo cuando estemos al lado y en presencia de Dios en el cielo es cuando vamos a parar de sufrir. La Palabra nos recuerda constantemente que mientras estemos en este mundo vamos a sufrir, pero no por eso vamos a perder esperanza y mucho menos fe.

Hace unos días atrás atendía a un paciente que rebasa los ochenta años y lucía consumido, triste, deprimido, con un peso enorme de sus culpas. Compartía conmigo su ausencia de perdón hacia si mismo por todos los errores y maldades que hizo a lo largo de su vida. Para un caso como esto solo hay que irse a lo básico de las escrituras. Lo que llamamos el evangelio en una píldora: Le hablé del perdón y del amor de Dios en Juan 3:16. De aceptar esa verdad y dejarla entrar no solo a su mente, sino también a su corazón.

El hombre me veía como si fuese extraterrestre, me decía con la mirada que no entendía o no quería entender. En momentos de la vida, los seres humanos nos compartamos de una manera tan terca y soberbia que pretendemos ser más grande que nuestro creador. Si Dios, que nos hizo y nos ama, ya nos perdonó todos nuestros pecados, nuestras malas andanzas, ¿por que nosotros no nos vamos a perdonarnos a nosotros mismos? Eso es puro orgullo, ego y soberbia.

Preferimos tener la razón a ser salvos. Le comenté que Jesús comentaba que para entrar al reino de los cielos hay que ser como un niño, con su inocencia, todo lo crea, nada cuestiona. Pregunto: ¿Acaso es tan difícil hacer eso? Para mucha gente la respuesta es sí. Cuando caminas con los ojos y el corazón de la fe andas por caminos inimaginados, con una sonrisa y esa paz que sobrepasa todo entendimiento humano.

Es por esta razón que los invito a retomar el camino a Dios, a reencontrase con el creador. Salimos de El, y con la ayuda de Dios, a El volveremos pronto. Regocija tu corazón en su amor y deja que sus alas te abracen y te cubra en medio de toda esta calamidad.

Dios está contigo, Dios está en control. Dios es todo. Con Dios el sufrimiento tiene final. Solo con Dios se para de sufrir. Amen.

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