Hoy quiero
hablarte de esos hogares en donde el hombre es el proveedor, y en mis ejemplos,
son muy buenos proveedores, y la mujer queda en la casa con su ardua labor de
sacar adelante tanto la casa como a los niños y demás miembros familiares que
allí vivan.
Resulta ser
que esos proveedores, normalmente desarrollan la capacidad de dar un nivel de
vida a su familia bastante envidiable. Estamos hablando de cifras de seis a
siete dígitos anuales. Aunque para muchos parezca mucho y para otros nada,
vamos a colocarlo en perspectiva.
Solo el
siete por ciento de la población, si, leíste bien, siete, gana más de
US$250,000 al año. Del restante 93 por ciento, ese tres por ciento gana entre
$100,000 a $250,000 al año. Es decir, que el noventa por ciento de la población
gana por debajo de los US$100,000 anuales. Como dato curioso te comparto que el
3% de la población maneja el 97% de la economía.
Si no
radicas en los Estados Unidos de América, esas cifras pueden sonar
exorbitantes, pero la verdad es que para una familia con cuatro hijos y quizás
una suegra o suegro coleados en el medio, necesitan más de $100,000 para vivir
por encima de los márgenes de pobreza acá en los Estados Unidos.
Ahora,
volviendo a esos pocos súper proveedores que aportan más de un cuarto de millón
de dólares al año a sus hogares, esta obligación no viene sola ni gratis.
Generalmente viene acompañada de un gran peso o factura por pagar en cuanto a
calidad de vida interior mental y física por parte del proveedor. Generalmente
este proveedor anda solo con la carga psicológica que tradicionalmente trae
proveer esa cantidad de dinero a la casa. Y es justo allí cuando esa persona
comienza con el calvario y via crucis del sufrimiento interno.
Por
considerarse "hombres", "re machos" que no necesitan que
nada ni nadie les diga que hacer y cómo hacerlo, no acuden a ningún tipo de
ayuda, ni se apoyan en sus seres queridos cercanos, especialmente en sus
parejas, para descargar un tanto ese pesado yugo.
Cuando les
he planteado esta posibilidad a esos proveedores, casi que saltan de la silla
en donde estaban sentados y dicen que no lo harían por nada del mundo.
Diferentes razones quizás, unos por orgullo masculino, otros por pena ajena,
otros para "no preocupar" a sus familiares. Pero en fin, generalmente
cuando buscan ayuda, prácticamente ya es muy tarde pues ya el malestar ha hecho
metástasis en su mente y en su cuerpo, es decir, ya ha cristalizado y
somatizado toda esa carga en dolencias y enfermedades corporales y/o mentales.
Creo que en
gran parte esto también se debe a que el dinero sigue siendo un tabú en los
temas de conversación. Si no me crees pregúntale a alguien, incluyendo un amigo
o amiga cuánto gana en verdad, que te de cuentas claras y precisas de sus
"números". Ya verás la reacción. Es como si le hubieses preguntado
cual fue la última posición sexual erótica que hizo con su pareja, el cual es
el otro tema tabú.
Lo cierto
es que prácticamente no solemos y hasta hay veces que no podemos hablar de
estos temas sin crear protección, defensa y hasta enojo en la otra persona.
Pienso que
hay que darle rienda suelta e imaginación para conversar largo y tendido, y
sobre todo, a gusto sobre estos temas, con la idea de ir formando relaciones
aún más íntimas y verdaderas. Aparte de ir creciendo y madurando como seres
humanos.
Tanto en el
sexo como en el dinero hay que aprender a desnudarse de cuerpo entero, pero
esta desnudez viene de la mente y hasta del alma misma. Es atrevernos a ser genuinos
y sinceros tanto con nosotros mismos como con las personas que nos rodean,
sobre todo, con las que más nos importan. Ellos nos
quieren y nos necesitan, y de seguro quieren y pueden ayudarnos a cargar juntos
el éxito financiero.
Juan Ricardo
Díaz
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