Pregunto:
¿Quién no
se ha sentido desolado?
¿Quién no
ha tenido problemas?
Las
respuestas son obvias. Todos.
Ahora, el
cómo han salido de las diferentes situaciones y como se han sentido antes,
durante y después, es lo que marca la diferencia.
Cada
persona que atiendo en mi oficina, en algún momento de la conversación, es inevitable
que saque el tema de la parte espiritual. Te confieso que no se funcionar sin
eso. Te explico por qué. Percibo al ser humano como alguien conformado por tres
partes coexistentes e interdependientes. Ellas son: El Espíritu, el Cuerpo y la
Mente (incluyendo las emociones). A manera de una mesa de tres patas, no puede
mantenerse ni funcionar sin alguna de ellas.
Muchos de
nosotros hemos tenido o tenemos dolencias a nivel, bien sea de la mente - las
emociones - y/o del cuerpo. Hasta cierto punto hemos sabido sobrellevar,
aprender y hasta en muchas ocasiones, "sanar" dichas dolencias. Pero
si no inmiscuimos la parte espiritual en cualquiera de esas dolencias, dudo que
vayamos a poder solucionarlas de raíz.
En mi
humilde criterio y opinión, todo comienza y termina en el Espíritu. Cuando
hablo del Espíritu no estoy hablando de religión alguna, más bien hago
referencia a la vida, la relación y la comunicación que tienes con tu Creador.
Es una llamada directa al cielo. Si vas a hablar por celular, existen empresas
como Verizon, AT&T, Metro PCS, entre otras que pueden ayudarte para lograr
tu cometido, pero al final de cuentas, eres tu quien eliges cual empresa tomar.
De la misma manera, si vas a comunicarte con tu Creador, con Dios, la verdad es
que no necesitas ninguna empresa -léase Iglesia- para tal fin, pero existen
para establecer los parámetros para guiarse y asegurarse de que nos
comuniquemos de la mejor manera posible.
Ya decía
Hipócrates, reconocido como el padre de la medicina moderna, que la gran mayoría
de las dolencias del cuerpo se formaban en el Espíritu. Prácticamente todas las
enfermedades existentes están relacionadas con una desconexión con nuestra
fuente, con el Creador, con Dios.
De igual
manera, la gran mayoría, por no decir todas, las dolencias mentales y
emocionales están relacionadas con la carencia de este elemento tan importante
e imprescindible en nuestra existencia, nuestra vida espiritual.
¿Qué
creyente no ha acudido en tiempos de tempestad a su creador, implorando que
interceda para la pronta resolución de los conflictos y situaciones?
No hace
mucho una de las personas que atiendo en mi centro me confesó que él no se
sentía bien acudiendo a Dios porque lo hacía sentirse como un hipócrita e
interesado, pues él sabía que solo lo buscaba en situaciones muy críticas y
extremas. Yo aproveche para hablarle del amor de Dios. Dios, o como a mí me
gusta llamarlo, PapaDios, es un padre amoroso, tierno, paciente y por sobre
todas las cosas, muy comprensivo. Él conoce todas nuestras verdaderas
necesidades y limitaciones, lee nuestro corazón y actúa acorde a su sabia
voluntad.
Nunca temas
en acercarte a Él cuando lo necesites, unas de sus promesas escritas es
"Yo nunca te desampararé ni nunca te abandonaré". Está en la
misericordiosa espera que su hijo o hija pródiga vuelva a casa, de donde salió
y adonde debe retornar.
El ponerte
en contacto nuevamente con tu esencia, con lo que en verdad eres, te hace
recuperar el tiempo perdido, te inyecta las ganas de vivir, te enrumba y te
muestra el camino a seguir. Te da la fortaleza y la confianza que sobrepasa
todo entendimiento humano. Te acercas a Dios y Dios te cubre con sus alas y se
regocija en su amor. Tal como lo dice mi tocayo en su primera carta: "Dios
es amor y en donde esta Dios no hay temor".
Mi más
sincero deseo para ti en esta oportunidad es que logres desarrollar tu relación
con PapaDios y te des permiso de sentir todo su amor, apoyo, protección y
cuidado en cada paso de tu vida.
Juan
Ricardo Díaz
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